Manu del Moral tratará de aminorar el ocaso de su carrera en el Real Valladolid, cuyo ataque completa y complementa

Foto: AS
La Segunda División es, desde tiempos inmemoriales, cobijo para jugadores en el ocaso de su carrera. Es donde dan los últimos coletazos los veteranos, a veces en su casa, a veces haciendo de ella otra, pero siempre con el afán de hacer bueno aquello de que los viejos rockeros nunca mueren.
En estas ha llegado al Real Valladolid Manu del Moral; a decir verdad, más rockero que viejo, puesto que tiene aún 31 años. Aunque está uno tan habituado a él que parece que nos llevara acompañando toda la vida, como el capítulo de Los Simpsons y los canteros o uno de tantos especiales de Halloween. No es para menos: las últimas diez campañas ha militado en conjuntos de la Primera División.
Jienense de nacimiento, Del Moral es canterano del Atlético de Madrid, club con el que, precisamente, asomó en la élite allá por 2005. Lo hizo después de dos cesiones al Recreativo de Huelva, en Segunda, categoría en la que es casi inédito, en la que tuvo un debut pobre –solo cinco apariciones el primer año– y una segunda temporada mejor, con siete goles en veintiún partidos, que, sin embargo, no evitó que volviera al filial colchonero, de nuevo a Segunda B.
A finales de aquel 2005, Bianchi le hizo debutar en un Atleti muy distinto del actual. Durante unos minutos, compartió césped con varios exblanquivioletas, como Colsa, Ricardo o Mario Suárez. Sería el año siguiente su primero en Primera, en el Getafe, donde estuvo cinco campañas y alumbró su mejor fútbol.
Vistió la zamarra azulona en 159 ocasiones en la máxima categoría e hizo 37 goles, valederos, en su último curso, para debutar con la selección –en un amistoso ante Venezuela, en junio de 2011–. Contó para todos sus entrenadores; a saber: Bernd Schuster, Michael Laudrup, Víctor Muñoz y Míchel. A las órdenes de este último volvería a estar el curso siguiente, tras la destitución de Marcelino, en su mejor temporada como profesional, en el Sevilla.
En el conjunto hispalense no alcanzó la regularidad anhelada para las dos partes, después de los cinco millones que se pagaron por él. Después de jugar entre todas las competiciones cuarenta partidos hacer diez goles en su primer año, su participación se vio reducida en el segundo y último con la camiseta sevillista a veintiocho envites –la mayoría en Copa o como suplente– y solo tres anotaciones.
Después de aquello entró en barrena y encadenó dos cesiones antes de ser rescindido este verano. Jugó primero en el Elche, donde se convirtió prácticamente en jugador número doce –el trece, para ser exactos; 1.434 minutos en veinticuatro partidos y dos goles–, y el pasado curso en otro recién ascendido, el Eibar, donde fue el duodécimo futbolista con más minutos (1.687; veintiocho envites y tres tantos) a las órdenes de Gaizka Garitano.
Las sensaciones, con todo, pueden invitar a pensar en uno de esos jugadores pasados de vueltas. Pero lo que él se espera, como ya se ha dicho, es que demuestre ser un rockero no tan viejo que detenga con una buena temporada el innegable ocaso. Con los años, ha pasado de ser importante en un Getafe de historia de cuento de Cenicienta –jugó una final copera y unos cuartos de la UEFA ante el Bayern– a no ser titular en equipos que luchaban por no descender. Pero tiene aún 31 años.
Lo que puede aportar
Dejando el pasado a un lado, conviene recordar que en ocho de esas diez temporadas en Primera División ha superado los mil minutos –1.715’2 de media–. Además, ya se ha comentado que en sus dos últimas campañas ha sido un jugador de rotación, más que un titular consolidado. Garitano lo conoce, pues eso fue con él el pasado curso en el Eibar, de manera que sabrá sobradamente qué puede aportar.
Aunque se le considere en declive, es innegable que su calidad es de Primera División, donde tiene una media de cinco goles por curso. No es alta, pero suficiente para pensar que podría al menos igualarla en el Real Valladolid. Posee experiencia, como se ha visto –272 envites en total en la máxima categoría–, y además servirá para aumentar la competitividad en una línea de tres cuartos competitiva de por sí con lo conocido hasta la fecha.
Previsiblemente, competirá por el extremo izquierdo con Johan Mojica, aunque podría sustituir a Óscar González como mediapunta o hacer las veces de un segundo delantero. Quizá sea en ese último puesto donde mejor ha rendido en el pasado, lo que no es óbice para que pueda hacerlo más cerca de la cal; es vertical, habilidoso, móvil y hábil a la hora de lanzar transiciones rápidas.
Con todo, sus cualidades se ajustan al estilo que propone Garitano y su pasado reciente invita a pensar en que puede ser un buen complemento desde el banco, a la vez que su pasado y su edad, no tan elevada, pueden llevar a imaginárselo como un titular válido, al que se le presupondrán las ganas de afrontar este reto como precisamente eso para demostrar que no, que no está acabado. Que Valladolid puede servirle de impulso para frenar su declive.