El Real Valladolid cierra la concentración de pretemporada imponiéndose al Pontevedra por cero goles a dos en el Trofeo Ciudad de Pontevedra
El Real Valladolid ha cerrado su concentración en Mondariz sin mácula, con dos victorias en otros tantos encuentros, después de hacer lo propio contra el Pontevedra en el estadio de Pasarón. El triunfo llegó en la segunda mitad, gracias a los goles de Juanpe y Guzmán, que sirvieron para batir a un rival correoso, que vendió cara su derrota.
Y es que en pretemporada también se puede ser intenso, y si no que se lo pregunten a los dos equipos, a quienes sus respectivos entrenadores no les dejaron de pedir eso, arrojo, durante los noventa minutos. Los granates, haciendo bueno su eslogan –hai que roelo–, fueron un rival de esos que hay que roer, mientras que los blanquivioletas continuaron con la premisa de presionar, presionar y presionar de la que Gaizka Garitano les quiere impregnar.
En el tramo inicial, el Real Valladolid voló. Consiguió pisar mucho campo rival gracias a esa atinada presión sobre la salida de un conjunto, el lerezano, que se vio claramente sobre pasado, con menos ritmo –empezó la pretemporada el día veintiuno–. Así, al poco de comenzar, Caye, Marcelo Silva y Alfaro pudieron poner el cero a uno, que evitó Edu en sendas intervenciones de gran mérito.
En esos momentos, Garitano era claro con dos cuestiones: el trabajo solidario y «dos toques». Cada vez que la posesión era suya, sus jugadores no se complicaban –o esa era la idea–; movían el balón con cierta celeridad –o lo intentaban– y buscaban sin muchos rodeos aproximarse a la portería rival. Si no llegaron más ocasiones fue porque el Pontevedra lanzaba bien el fuera de juego, no porque los foráneos no lo intentasen.
En el segundo tramo del primer periodo los de Luisito le cogieron el tranquillo al asunto y poco a poco a poco fueron logrando varias triangulaciones meritorias, también verticales y al primer toque. No obstante, bien su falta de acierto o la que mostraba la zaga vallisoletana impidió que hubiera oportunidades teñidas de granate.
Aunque no por ello se dejó de percibir cierta igualdad. El Pucela, eso sí, no cejaba en el empeño presionante y trataba de dirigir hacia los costados sus intentonas de ataque, dirigidas hacia las ‘revoluciones’ de Juan Villar, hacia las caídas a banda de Caye o hacia las galopadas por banda izquierda de Ángel, que siempre sorprendía y apuró la línea de fondo en más de una ocasión.
Al descanso, Caye Quintana y Alfaro dejaron su lugar a Guzmán y Óscar, que terminarían siendo determinantes. Con todo, el asueto pareció producir modorra a los dos contendientes, puesto que ninguno llevó la manija en los primeros instantes, ni tampoco el peligro. Todo hasta que Juan Villar, en una de sus no pocas jugadas individuales, provocó el despeje de Lloves a córner, un saque de esquina que terminaría con un centro de Óscar para que Juanpe embocase y convirtiese el cero a uno.
Con el tanto, todo el mundo despertó, más de uno, de no muy buen humor. Como cuando a uno le despierta en vacaciones el vecino con un martillo a las nueve o cuando mamá lo hace un domingo a las ocho pasando el dichoso aspirador.
La cosa es que los entrenadores lo quisieron así. Faltaría más, no brusco; pero si de ordinario puede darse alguna entrada tarde durante la temporada, el riesgo es mayor en la precampaña. Así, aunque los dos conjuntos fueron nobles, hubo algún conato de tángana, provocado por el retraso en alguna que otra intentona de robo o de anticipación, precisamente, pero la sangre al final no llegó al Lérez –el río colindante–.
Mientras esto sucedía, Óscar, a quien muchos insisten en acercar al área, se alejaba para trenzar con la media, como antes Zambrano, y para lanzar al ataque violeta. Y, claro, cuando eso pasa, Óscar entra en mayor contacto con el esférico, y cuando esto sucede pasan cosas.
El mago salmantino, que es de lo que más se exigen cuanto más le exijan, parece encontrarse fino en esta precampaña, como demostró en duelos anteriores, y otra vez en Pasarón. De este modo, decíamos, fue el propulsor de varias ofensivas con marchamo de gol, que acababan no siéndolo por diferentes avatares del cuero, ya fueran el desatino propio o el trabajo ajeno.
En una de estas, el balón acabó en Juan Villar, incisivo siempre por su costado –o cayendo a él desde la punta–, y que lo sirvió en el minuto 72 para la aparición de Guzmán por el lado contrario, para hacer el cero a dos y sumar su tercer tanto en este periodo de preparación. El gol, para la parroquia local, vino precedido de una presunta mano en el control del propio Villar, y, seguro, de algún pequeño pique más, solucionado con los distintos cambios que introdujeron entonces Luisito y Garitano.
Aunque no tuvieron demasiado tiempo para lucirse, los jugadores del filial entrantes no desentonaron, puesto que los Toni, Mayoral y Dani Vega trataron de juntarse en los lindes de su campo y salir veloces por los tres cuartos hasta las inmediaciones del meta rival. El tercero no llegó, pero no fue por no intentarlo, puesto que Óscar –acompañante de lujo para los ‘pequeños’– y Dani Vega pudieron marcar en los minutos finales.
Con todo, la prueba sirvió para medirse ante las exigencias, propias y del enemigo, puesto que el Pontevedra se mostró como un rival fiero, aunque más escaso de preparación, con ganas. Las piernas pesaron a los granates, pero las sensaciones que dejaron en sus aficionados fueron buenas. Incluso, alguno se quejaba amargamente del exceso de nivel demandado por Luisito, pero, bueno, así es él.
Por él, por sus formas y las de sus pupilos, aun siendo de una categoría inferior –Segunda División B– el partido fue trabajado (todo lo que puede serlo a estas alturas; tampoco conviene exagerar). Y también porque así lo demanda Garitano, claro. El ‘currelo’, ahora, ha de seguir en Valladolid. Lo hará a partir del lunes, después de un merecido descanso este domingo.