El nuevo mediocentro del Valladolid, aún por germinar, puede desenvolverse en varios roles, aunque se presenta como una incógnita

Foto: Víctor Álvarez
Renzo Zambrano nació en Aragua de Maturín, un pequeño pueblo venezolano que transporta la fama de haberse erigido en muro frente el imperio español, contra el que luchó a favor de la independencia. Los focos del patriotismo se posaron sobre un estado, el de Maturín, donde se libraron entre 1813 y 1814 cinco batallas, como relata el cronista Edgar Rondón en ‘200 años de las cinco batallas históricas que liberaron a Maturín’.
Siglos más tarde, la ligazón entre España y Venezuela podría incluirse en un patrón de amor y odio, de semejanzas históricas e idiomáticas; de tiranteces políticas y mediáticas. Como si no pudieran separarse, pero se estremecieran al encontrarse.
En términos culturales, que pueden –deben– englobar también al fútbol como expresión no sólo deportiva sino sociológica y artística, España y su liga son consideradas como un paraíso para el futbolista latinoamericano. El salto a Europa suele ir acompañado del salto a España, en primer término. El fútbol desmonta escenarios políticos de cartón y despliega el entusiasmo de jóvenes peloteros como Renzo.
«Estar en Europa es muy importante para cualquier jugador de Latinoamérica», explica al otro lado del ordenador, mientras espera los billetes para viajar de Caracas a España.
Finalmente, tras la promesa del secretario técnico del Real Valladolid, Domingo Catoira, de enviarle toda la documentación para poder viajar, tomó el sábado once un vuelo desde Caracas, empapado por una combinación de esperanza y miedo.
En realidad, el Valladolid no fue a Venezuela a por él. Los informes de la dirección deportiva lucían emborronados de otros nombres, como el de Mikel Villanueva, lateral izquierdo del Deportivo Lara, último equipo de Zambrano. Aunque Braulio Vázquez detalló a Diario de Valladolid que habían estudiado al mediocentro monaguense «unos veinte partidos por televisión», lo que les convenció para trasladarse al país sudamericano, el periodista del Diario Líder, Oswaldo Vívenes, lo matiza. «Viajaron a Venezuela por el interés en otros jugadores, especialmente por Mikel Villanueva».
Sin embargo, la expedición vallisoletana correspondió con el momento más inspirado de Zambrano, ya asentado como titular en el centro del campo de los rojinegros. Lo vieron anotar un hermoso gol de libre directo ante Caracas, en la victoria de los larenses, fraguada en aquel tanto y en una asistencia del nuevo volante blanquivioleta.
La inesperada aparición de Zambrano en los esquemas de Catoira –el enlace entre el Valladolid y el Lara– y de Braulio fue cuajando como el flan, hasta dar como resultado una compacta decisión por contratarlo. Entonces se plantearon dos posibles situaciones, dependientes del resultado final del Real Valladolid en la competición. En caso de un ascenso a Primera División, Renzo habría sido fichado, pero cedido a otra entidad. Si el objetivo fracasaba, se incorporaría al club con ficha del filial, bajo la condición de entrenar en pretemporada con el primer equipo para poder optar a un puesto en el centro del campo. Durante la fase de promoción, deseó el ascenso.
El jugador ‘calidoso’
En Venezuela, al ‘jugón’ o al ‘pelotero’ se le denomina ‘calidoso’, acepción que especifica a un futbolista como talentoso, técnico con pelota, generalmente de talla ofensiva.
Zambrano posee la capacidad de manejar el reloj del partido, de distribuir el juego con coherencia, de sacar la bola y conducirla. Sin temor a la incursión veloz por dentro, a ser el lanzador del contragolpe o a apaciguar la circulación del ataque combinativo.
Definido como un volante creativo, atesora la polivalencia suficiente para desempeñarse tanto como medio ofensivo como en el interior derecho e incluso en la posición de pivote defensivo –de ‘primera línea’–. En su última campaña, en Deportivo Lara, ocupó posiciones centrales del campo, con querencia por sumarse al ataque, si bien también retrasó metros para iniciar el juego.
Este matiz posicional no le era ajeno, ya que en Monagas, su anterior club, disputó el último torneo como centrocampista central. «Mi posición en realidad es más ofensiva, eso me ayuda mucho, aunque también puedo recuperar balones y veo que es una cualidad también para mí gracias a Dios», admitía al término de la victoria sobre Caracas, germen del cambio de planes en el Real Valladolid.
Su paso por el Deportivo Lara podría distribuirse en dos etapas. La primera, en un Torneo Apertura en el que la falta de adaptación impidió la suma de minutos y de galones; la segunda, en el Clausura, cuando destapó la proyección que se le presumía desde la etapa juvenil.
Con veinte años, todavía debe moldearse y mejorar sus estadísticas en ataque. En Valladolid, primero tendrá que demostrar a Gaizka Garitano que, pese a tener contrato en el Valladolid Promesas, puede tener su espacio en el primer equipo. Y plantear la sexta batalla que extinga al miedo.