Sin chutar entre los tres palos, un Pucela sin medio del campo no pudo perpetuar el rendimiento de la ida y cayó eliminado, de nuevo, en inferioridad

El Real Valladolid cayó como amenazó con caer. Sin una identidad. En el encuentro de ida de la promoción transmitió intensidad, ilusión, confianza; mostró patrones de juego que le valieron para, aun sin ganar, verse superior a la UD Las Palmas. En la vuelta, volvió a destaparse como el equipo inconstante y dominado en el centro del campo que fue durante una importante fase del curso. Y no chutó a puerta.
El principal mal de los pucelanos en este cruce ha sido su inoperancia en el último tercio de campo. El meta canario, Raúl, no ha tenido que lucirse en toda la eliminatoria. Los vallisoletanos, que en Zorrilla fueron mejores que la UD durante el 80 % del choque, variaron su estrategia en el Estadio de Gran Canaria. Pero siguieron cargando con la falta de disparos a puerta.
Rubi optó por regresar a un dibujo con dos pivotes, Leão y Sastre, y dos extremos abiertos, Hernán y Mojica. Los espacios interiores irían a cargo de Óscar y el juego de espaldas y al espacio, de Roger. En el lateral derecho eludió riesgos y situó a Herrero.
En la UD, Herrera sólo introdujo a Hernán Santana por Valerón, en el interior derecho, con respecto al once del miércoles. Y, de inicio, salió impulsado por la misma fortaleza que en el primer choque. Esa fortaleza conducida por Sergio Araujo, un futbolista con nivel para engrosar la delantera de, mínimo, un equipo de la zona media de Primera.
El ‘Chino’ inquietó en todo momento a los dos centrales del Valladolid, se pegó a ellos para alejarse después y abrir o explotar los espacios en la frontal. Junto a Roque Mesa, muy dinámico en la línea de mediapuntas, amenazó con marcar pronto para la UD. El Valladolid, de nuevo, intentaba achicar los riesgos y lanzaba envíos altos para que Roger los amortiguara con la cabeza y se produjera una oleada ofensiva al contragolpe.
Sin embargo, no fue hasta el 9′ cuando los pucelanos ejecutaron la primera acción ofensiva, preludio de una fase positiva dilatada hasta el 20′. El equipo de Rubi ajustó, también, la presión. Recuperaba mejor y minimizaba los efectos de los inteligentes movimientos locales para molestar a Samuel y Rueda –sin balón, la premisa de Herrera radicaba en los balones largos para ganar la carrera a la defensa pucelana–. No se imponían por dentro, porque Sastre y Leão no supieron alimentar periodos de posesión en campo rival, pero encontraron en el contragolpe un recurso bien explotado por Hernán Pérez.
El Pucela había sobrevivido al esperado arreón de la UD y empezaba a tomar el pulso a la pelota y al choque. Hasta que un error individual de Rueda, presionado por su marca, obligó a Javi Varas a una doble intervención magistral que insufló motivaciones renovadas a los amarillos. Astutos, cuando robaban aceleraban el juego para sacar réditos de la transición defensiva vallisoletana, mermada por el lento giro de su última línea.
Los canarios dominaban la pelota y se manifestaban más peligrosos. El Pucela, otra vez, se empequeñecía en su campo y no salía con demasiada claridad al contraataque. Pero, lo peor, es que no buscaba opciones de disparo. No existía ligazón entre la medular y Roger ni se aprovecharon los espacios entre Javi Castellano y los dos centrales canarios.
Más profundos, pero sin gol
El Real Valladolid, no obstante, saltó en el segundo tiempo con el propósito de desempolvar sus últimas balas de fe. En los primeros diez minutos gozó de sus tres ocasiones más claras. Desde el flanco derecho, sobre todo, nació un centro que conectó con Roger, cercano al tanto.
El equipo se desplegaba, al menos, con más profundidad. Aunque la tónica general apuntaba a un segundo periodo más igualado que el primero, acentuado por un mayor número de alternativas.
Rebasado el cuarto de hora, Rubi empezó a mover fichas. Retiró al lateral izquierdo Peña por Pereira y retrasó a Mojica al lateral. Acto seguido, Herrera respondió quitando a Hernán y a Roque por Vicente Gómez y Asdrúbal.
La UD había disminuido el peligro cerca del área de Varas, aunque Araujo dispuso de dos oportunidades de gol. En este punto, los canarios fueron mejores, porque supieron encontrar situaciones de disparo, algo que añoró el conjunto pucelano.
El cuadro castellano, en comparación al primer periodo, había adelantado la presión para evitar, precisamente, la continuidad en la actividad ofensiva de la UD. No obstante, en el 71′, un balón largo en la banda de Hernán originó una carrera quebrada por el paraguayo con una entrada por detrás –a balón– concluyente en tarjeta y expulsión.
De nuevo, el Valladolid debía afrontar otro escenario de inferioridad numérica. Y respondió positivamente, como hizo en la ida. Omar entró por Herrero, la defensa pucelana pasó a ser de tres y el canario a colaborar en la organización del juego ofensivo por dentro. Las Palmas no fue más superior que en igualdad de condiciones. El Pucela, por su parte, se entregaba a la heroica con cinco futbolistas sobre nueve de corte ofensivo. A 10′ del final, Túlio sustituyó a Roger, con el fin de rematar balones colgados y de bajar entregas directas.
El último aliento del partido estuvo definido por una mezcla de surrealismo y agonía, pero sin disparos entre los tres palos de la portería canaria. Sin gol. Sin la identidad que, entre otros condicionantes, podría haber impulsado al Real Valladolid a lograr el objetivo del ascenso.