Fluía en el ambiente un aroma a irrelevancia que contagió el duelo, sobre todo en el primer tiempo. Alejandro Alfaro y Roger se encargaron de aprovecharlo en el segundo

Foto: Real Valladolid
El encuentro en Mendizorroza fue, más que duelo, literalmente encuentro. Ni Alavés ni Real Valladolid tenían nada en juego, por lo que ‘prescindieron’ de él en muchas fases y descendieron el espectáculo a un tugurio donde en muchas fases bailaron con el tedio.
Rubi implantó varios cambios, con el fin de regar de actividad a figuras que con la llegada de Hernán Pérez y la recuperación de Roger habían pasado a un rol más residual, como Pereira, Óscar Díaz, Herrero, Túlio de Melo y Jeffren.
El único sorprendente, el experimento, llevó al extremo hispano-venezolano a ocupar la posición de lateral derecho, oxidada desde que abandonara Barcelona para esquivar su estancamiento. Igualmente, optó por aunar a un delantero alto, capacitado para controlar balones aéreos y aportar físico y gol en el juego directo. Junto a Túlio, tratando de aprovechar los espacios que intentaba abrir el brasileño, se movía Pereira.
El gallego buscó caer a banda izquierda, un movimiento que agudizó en el segundo tiempo tras la salida del campo de Óscar Díaz, pero apenas agregó ventajas ofensivas a un conjunto que en el primer tiempo no generó ocasiones claras de gol.
El preparador catalán había anunciado tras caer ante el Zaragoza que trazaría «un par de matices» de cara a los últimos envites de la temporada y al ya oficial cruce con la UD Las Palmas. Ninguno animó el efecto deseado. La aportación del espigado exariete del Lille y de Jeffren, más del segundo, fue reducida. Por eso, en la segunda mitad modificó las piezas, con la entrada de Chica en el lateral derecho y de Roger por Túlio. Aunque no aplicaba una superioridad demasiado palpable sobre el conjunto de Alberto López, la fase final del partido acogió más acciones peligrosas del Valladolid.
Alejandro Alfaro, que regresaba al verde (67′) después de la grave lesión sufrida en la primera vuelta, influyó por la zona izquierda, aunque procuraba integrarse en espacios más centrales. Siempre pidió la pelota, los compañeros lo buscaron, manifestó un dinamismo ilusionante y fue partícipe de los minutos más dignos de un partido sin cartel. Se integró en una línea de mediapuntas técnica y multifuncional que hizo posible el penalti transformado por Roger y el gol final, obra de Pereira –nacido de un contragolpe iniciado por Omar, quien sirvió al ‘9’ valenciano para que asistiera al pequeño atacante–.
El Alavés, en una segunda mitad en la que llegó menos a Varas, estuvo a punto de aprovechar dos situaciones ofensivas en las que un futbolista de segunda línea penetraba solo en el área pucelana. La flaqueza defensiva desde el costado de Jeffren incitaba maniobras albiazules surgidas desde su zona. La aparición del mediocentro Rafa García en el área vallisoletana, que golpeó fuera una pelota llegada desde la banda, terminó por decidir, dos minutos después, que la prueba del hispano-venezolano no había salido bien.
Concesivo y romo
A pesar de que el segundo acto tuvo más color blanquivioleta, en el primero el Real Valladolid no consiguió el equilibrio ofensivo y defensivo desde el que empezar a construir el dominio del partido.
Los babazorros, por medio de Juli desde el extremo izquierdo, se mostraban verticales y cómodos. Llegaban con facilidad al área del portero sevillano, decisivo para evitar hasta tres tantos en posiciones claras.
El ratio de acción del doble pivote del Valladolid, integrado por Leão y Rubio, ingresaba con asiduidad en la línea medular, pero ahí se cortaba cualquier atisbo de fútbol combinativo. El Pucela, en realidad, no se afanó en ello, como adelantó Rubi.
Desde el círculo central, los medios blanquivioletas lanzaban pases largos para que Túlio los amortiguara y Pereira, Omar o Díaz afrontaran la acción individual de cara.
Pero el juego fue inconstante, más vertido hacia el flanco de un Mojica muy profundo que en el de Omar y Jeffren, enfrascado en su duelo con Juli. El extremo albiazul lo superó en múltiples maniobras, causantes de que los errores no forzados fueran anulando al circunstancial lateral.
Del esparrin se pasó a la bienvenida. La de Alejandro Alfaro fue la más positiva, pero también la del gol casi olvidado de Pereira y la de la influencia de Roger en los dos goles –autor y asistente–. Un penúltimo ensayo con pocas conclusiones, salvo una: que incluso entre la trascendencia alguien siempre sonríe.