El partido frente al Zaragoza supuso una ruptura de un cariz similar a la que después han señalado las elecciones municipales y autonómicas
Estuvimos hablando mucho de política, de los estúpidos y certeros sondeos a pie de urna. Estúpidos porque te quitan la emoción, porque es como cuando te haces mayor y los regalos de Reyes los eliges tú; ya no hay sorpresa mayúscula e inmediata porque aciertan, porque no son cábalas de prestidigitador. Y algunos, por Zorrilla, también elaboraron ya hace tiempo sus propias encuestas.
¿Qué se olía el votante antes del desastre? Pues gente que iba al fútbol como el que iba a misa: más concentrado en la fe y la convicción que en lo que dictaba la lógica. Esta sentenciaba que el equipo acabaría en play-off, pasara lo que pasara frente al Zaragoza. Algunos supieron verlo antes, como el desplome del bipartidismo. Pero, como todo, esto también tenía que tener un refrendo.

Y si mientras los más rezagados emitían su voto en unas elecciones más que históricas que enterrarían el bipartidismo en esta España de democracia, el Real Valladolid se autodestruía. El equipo de Rubi frente al Zaragoza fue como UPyD: juntos, revueltos, sin tenerlo claro, pensando en otra cosa y con un líder cuestionado. Cuestionadísimo, para ser más exactos, porque los pitos que recibió Rubi no se los llevó ni la propia Rosa Díez. “¡Rubi vete ya!” como anticipo de lo que se le venía a Francisco Javier León de la Riva.
Y es que, Zorrilla dictó sentencia antes de que cualquier porcentaje de voto estuviera escrutado. La ruptura total entre entrenador (también equipo) y afición fue premonitoria. El público de Zorrilla se manifestó; ya está harto de la pantomima de temporada que ha venido desarrollando el Real Valladolid. Todos los Bárcenas del mundo se aliaron para que los aficionados blanquivioleta clamaran contra un equipo y un entrenador que han decepcionado de gran manera. El desencanto con la casta era predominante y evidente.
Pero estamos en el play-off, al igual que Rajoy puede decir que el PP sigue siendo el partido más votado. Pero, ¿y ahora qué? Pues ahora, pactos. Pactos y más pactos, acuerdos para poder estabilizar un gobierno que gobierne. ¿Y quién va a gobernar en el Pucela? Pues Rubi, aunque obviamente cuestionado, sobre todo, como ya hemos dicho, por la afición de su equipo.
Y el primer acuerdo deberá llegar entre él y la grada, como ya señaló el propio técnico catalán, quien dijo en la rueda de prensa postpartido que reengancharía a la hinchada blanquivioleta. Esta ofrecerá su apoyo unánime al equipo y animará a sus colores como ya hizo en el último play-off, pero, para ello, tendrá que ir fuera lo corrupto de este equipo que es bastante, como se pudo ver frente al Zaragoza en el partido que auguró el fin del bipartidismo y la protesta de los descontentos, de los indignados.