Los blanquivioletas se obstinaron en circular por dentro cuando no había más que una red de piernas; luego quisieron volar por fuera, sin alas
Lo más descorazonador del empate ante Osasuna no fue la despedida, casi virtual, del ascenso directo, asimilada ya por figuras como el capitán Álvaro Rubio. La peor consecuencia se estriba en la paralización en el nivel de juego que sufrió el Real Valladolid ante el fabuloso planteamiento defensivo de Quique Martín.
No obstante, se advierte improbable que uno de los hipotéticos rivales de los blanquivioletas en la promoción establezca una estrategia como la implantada por los rojillos.
Rubi, tal vez condicionado por el partido entre semana en Barcelona, incluyó a Mojica en el lateral zurdo, acompañado por Omar en la banda, y repitió con el doble pivote que había participado en las dos victorias seguidas (Sastre-Rubio). Osasuna, por su parte, volvió a encomendarse a un 1-5-3-2 con el que se comenzó a fraguar la superioridad que ejerció en variadas fases del encuentro. La superioridad de anular la virtud rival.
Osasuna indivisible y coordinado
Martín acumuló hombres por dentro y propuso, desde el principio, achuchar la salida del Valladolid desde los primeros pases de la defensa pucelana. Nino, a veces escoltado por Hervías, otras por Sisi, en ocasiones solo, se erigió en primer ‘presionante’. En segunda escala, los dos mediapuntas; en tercera, Roberto Torres y Loé, flanqueados por Oier en el carril zurdo y el debutante Aitor en el diestro.
El perfilado trabajo defensivo de los rojillos se percibía en movimientos tan sutiles como el que ejercía cualquiera de los dos carrileros. En los primeros compases, Osasuna transmutaba a defensa de cinco en el momento en que el Valladolid accedía a la zona de tres cuartos.
El escalonamiento fue tan acertado que parecía dibujar un árbol de navidad por entre cuyas ramas comenzó a fugarse el partido para el conjunto de Rubi. Sortear la presión intensa de Hervías y Sisi implicaba un desafío para la salida jugada del Valladolid. Generar huecos interiores y ventajas a espaldas de Loé y Torres parecía casi una quimera.
Un Valladolid pronosticable y lento
Una quimera a la que azuzaba la lenta circulación de balón, tanto de los cuatro defensores pucelanos como de los dos mediocentros, a quienes les costó demasiado ligar pases a Óscar y Roger. Rubi, que pretendía contrarrestar la acumulación de jugadores rojillos por el carril central, internó a Omar a una altura intermedia entre los dos atacantes y los organizadores.
Pero esta maniobra, más que socorrer a la previsibilidad en la que estaba cayendo el ataque posicional del Valladolid, produjo desajustes en el flanco izquierdo. Mojica, en el lateral, recogía toda la banda para sí, pero volvía a su posición con una parsimonia exasperante que obligó a Rubio y Sastre a esfuerzos elevados en la cobertura.
Así, el Valladolid perdía la sorpresa que podía inocular Mojica al doblar a Omar y la amplitud que el canario tendría opciones de instalar en una banda izquierda desperdiciada. La presencia en el área de Riesgo se reducía a una buena oportunidad de gol de Roger. Pero el fútbol del Real Valladolid se disipaba sin ni siquiera colonizar la zona de influencia de Óscar.
La terquedad blanquivioleta
Foto: Real Valladolid
Un rasgo preocupante que rezumó el Valladolid fue su obstinación en percutir por dentro cuando le cerraban las puertas (Omar en la mediapunta, carril para Mojica, Hernán inoperante). Otro elemento aún más perturbador, multiplicado por la necesidad de cambiar el rostro al partido para anotar, se fundamentó en la búsqueda de la amplitud en la segunda mitad –en palabras de Rubi–, pero con Hernán Pérez como lateral derecho. El técnico de Vilassar terminó por aglomerar a futbolistas de corte ofensivo, alineados junto a los cinco defensores de Osasuna, quienes se acularon un poco más cerca de Riesgo. Pero ni amplitud, ni superioridad a pesar del control de pelota. Mojica no podía descuidar sus espaldas ni Hernán avanzar con su diagonal fuera-dentro.
El gol de Díaz –lo más positivo del partido como argumento para alimentar el plan de activación de Rubi– fue inmediatamente contestado con un empate abrazado por un halo de justicia poética. El tanto de cabeza de Flaño cayó tras una falta lateral –una jugada controlada durante la campaña por el Valladolid–.
La buena lectura del encuentro por parte de Martín topó frontalmente con las decisiones de campo del Valladolid, incapaz de levantarse frente al plan de supervivencia de Osasuna, ahora más cercana. Aunque los pucelanos no vuelvan a afrontar un partido de esta naturaleza.