Valladolid y Leganés se disputaron el medio del campo, donde los pepineros establecieron un triángulo de presión que no facilitó la victoria al conjunto de Rubi
El Leganés no fue al Nuevo José Zorrilla a servir de lanzadera para los locales. Instaló una estructura central, y adelantada, que impidió un completo dominio del partido del Real Valladolid, fiado al talento de sus mediapuntas y a una destacable y poco destacada faena en las jugadas de estrategia.
Con la premisa de ganar para no despedirse definitivamente de la vía del ascenso directo, los blanquivioletas saltaron desde el primer minuto a adueñarse de la pelota y a asentarse en territorio rival. El principal obstáculo que afrontaron, sin embargo, se halló en la situación defensiva del conjunto entrenado por Asier Garitano. El triángulo formado por Eraso, Morán y Diamanka, con el primero como pieza adelantada en la presión y en la elaboración, empujaba al resto de líneas pepineras a gran altura. Sin ser notablemente feroz, el pressing del Leganés desvelaba una de las múltiples facetas que atesora los madrileños y que, por méritos propios, les ha elevado a donde están.
El Valladolid debía, por tanto, mostrarse eficaz desde la salida central para batir líneas –una salida reorientada, progresivamente, por dentro, dados los problemas de Chica- y, durante los primeros compases lo logró. La movilidad entre líneas de Óscar y la voluntad de Hernán para acudir al centro y colaborar en la circulación alentaron este ejercicio de respuesta. Pero los blanquiazules no decayeron en su afán por sostener la línea adelantada.
El trío Rabello-Chuli-Álvaro, físicamente secundado por Diamanka y Eraso, empezó a despojar al Valladolid de dominio espacial y, en consecuencia, a restarle presencia en la parcela más cercana a Serantes. La actividad de Chuli, picando a la espalda de los centrales en múltiples situaciones, acercó al equipo de Garitano al gol, aunque erró sus oportunidades mientras que el Pucela aprovechó el segundo aviso serio a balón parado para anotar el primer tanto.
En el otro frente, Rubi había tenido que recurrir, por condicionantes externos, a un doble pivote casi desconocido, establecido por Sastre y Rubio. El preparador pucelano, en rueda de prensa, analizó lo que para él supuso un acierto:
“Esta pareja no nos iba mal porque es muy dinámica y el Leganés también es un equipo muy dinámico con mediocentros que se mueven mucho”.
El técnico buscaba, con el despliegue físico de Sastre y el dominio táctico de Rubio, neutralizar la presencia constante de Eraso en la presión, la irreductibilidad de Diamanka y el trabajo defensivo de Morán. Además, introdujo una variante táctica, destacada en el segundo tiempo y detallada en el análisis pos-partido. Hernán Pérez y Mojica –más ostensiblemente el paraguayo- se incorporaron a pasillos más interiores para auxiliar a Sastre y Rubio. Así lo describió Rubi.
“Hemos mentalizado mucho a los extremos para que ayudaran a Sastre y Álvaro a cerrar dentro porque el Leganés mete muchos jugadores por esa zona, e incluso sus extremos suelen entrar mucho”.
El Real Valladolid, durante el primer periodo, salió indemne de las acometidas de Chuli y se valió de un gol cuando menos confortable se sentía sobre el terreno de juego. Y, en el segundo, volvió a salir bien plantado. Lo suficiente como para ampliar la diferencia en el marcador, rebasado el cuarto de hora, y mantener la renta en un duelo que parecía concluso. En la segunda mitad, las dificultades físicas de Chica obligaron a Hernán a maximizar las ayudas defensivas y a perder protagonismo en ataque.
Más centrado, el Valladolid lució sin amplitud en la derecha, pero con un dibujo que por momentos proyectaba un doble pivote, enlazado con Hernán y finalizado en Óscar y Roger, fijando centrales, en paralelo. Los pepineros, tras encajar el segundo gol, acercaron a su delantero-extremo, primero Rabello y después Prendes, a Chuli y terminaron el encuentro en un 1-4-4-2 con Eraso, el multidisciplinar, inclinado hacia la banda derecha.
El Leganés expuso polivalencia; variedad de argumentos para mantenerse sin sufrimientos en Segunda y poder progresar en el futuro. No despreció el trato de balón, ejerció una presión alta que difuminó el dominio inicial del Valladolid y trató de atacar uno de los puntos frágiles de los pucelanos: las espaldas de sus centrales. Pero, enfrente, se topó con un conjunto empeñado en exprimir hasta el final sus opciones mientras se prepara, entretanto, para llegar a la promoción en el mejor estado táctico-anímico posible.