El Real Valladolid ve el ascenso directo a seis puntos de distancia y empieza a asumir que el play-off será su única vía para regresar a Primera División
Hay comedias románticas en las que no falta la desgastada escena de la chica –o el chico– subiéndose al tren esperando que la otra persona aparezca corriendo para arreglar, en dos minutos, lo que estropearon anteriormente. Y suele salir bien. Porque el amor es más fácil contado que vivido. Cuando lo cuentas, piensas. Cuando lo vives, sientes. Y si sientes, te equivocas y no hay tren al que llegar.
El Real Valladolid también parece haber perdido el tren. En su caso no sabemos si fue por contarlo y no vivirlo… o viceversa. De hecho, ni siquiera sabemos en qué momento llegamos tarde a la estación. Tantos tropiezos en el camino que uno ya pierde el norte y hasta duda si empatar en Las Palmas es bueno o era el típico partido en el que solo valía ganar.
Si el uno a uno del pasado domingo se hubiera producido en enero, la perspectiva que tendríamos sería muy distinta. Sin embargo, el fútbol corre tan rápido que hasta los colchoneros se conforman con luchar por la tercera plaza de la Liga BBVA cuando hace unos días buscaban las semifinales de Champions League. La primavera no es rojiblanca.
Regresando a Pucela, uno mira calculadora y calendario asumiendo que las cuentas no salen y las jornadas caen con estrépito. El Betis ya prepara su fiesta de ascenso y el Girona, que realmente era el gran ignorado, intenta sumarse a ella. Solo el Sporting parece aguantar el ritmo. Las Palmas y Valladolid dijeron adiós a la vez. Fue un adiós silencioso, con hueco en ‘La Familia Bélier’. La despedida que uno espera sin saber muy bien desde cuándo.
Toca mirar al pasado y al futuro a la vez. Al pasado para ver en qué momento perdimos el tren. Al futuro con la esperanza de que en la estación se anuncie la llegada de uno nuevo. «Hay trenes que pasan una vez en la vida», anuncian los pesimistas. Pero el Valladolid debe agarrarse al optimismo y pensar que en verano también hay viajes hacia primera división.
«Esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor. Y, como una fábula, está llena de maravillas y de felicidad». ‘La vida es bella’, 1997. ¿Y 2015?