El Real Valladolid ha pasado de ser un rival temible a un visitante no demasiado incómodo

Hay un capítulo de Los Simpson en el que Marge es atracada y decide pasarse los días metida en casa por el pánico que le da salir a la calle. No obstante, lo mejor del episodio es la conversación entre Kent Brockman y Rainier Wolfcastle en la que el fornido actor le reconoce al periodista que está en la más absoluta ruina por culpa de haber sufrido tres divorcios en tres meses. «¿Qué puedo decir, Kent? Soy un romántico», espetó.
Una vez superado el innecesario inciso, volvamos a Marge y extrapolemos su situación, salvando las distancias, al Real Valladolid. En Pucela ha aterrizado esa sensación de pánico cada vez tiene que salir de Zorrilla. Suelen volver sanos y salvos, pero con cero puntos y un mal partido a sus espaldas.
Vas a Leganés y te vacunan, viajas a Tenerife y casi mejor ni recordarlo, te desplazas al campo de la Ponferradina y haces un patido infame. Así andamos en los últimos tiempos. El vestuario lo asume con normalidad, pero la afición empieza a estar muy cansada de que cada encuentro lejos de Valladolid invite a poner un ‘uno’ en la quiniela. Es más agotador que ver a Peña llegar pasado mañana a todas las acciones.
Yo, que soy amante de la empatía, me pongo en la piel de los aficionados rivales y pienso que lo que antes temían ahora lo desean. ¿Que viene el Pucela? Fantástico. Sumemos tres puntos antes de empezar. El Real Valladolid es la ONG de la Liga Adelante.
Las dos próximas salidas son a Girona y Las Palmas. Rivales directos en la lucha por el ascenso que esperan con los brazos abiertos la visita del Pucela. Especialmente el cuadro canario, que lleva un 2015 parecido a cada capítulo de Gym Tony: para olvidar.
Jesús Rueda dijo que la clave es que estemos todos juntos. Y no le falta razón. Pero la afición se cansa de infidelidades y algún día puede cerrar la puerta por fuera, aunque lo dudo. Otra de las claves es que alguien abra los ojos con Peña y que Túlio de Melo empiece a tener peso fuera de casa.