Desde principios de temporada, el jugador del Real Valladolid Promesas entrena al infantil boecillano, líder del Grupo B de la Tercera Provincial

No había comenzado el partido y ya se notaba la tensión. Se veían las caras primeros y segundos en la tabla, y estaba en juego esa primera posición. En parte por el partidazo que avecinaba, y en parte por la posterior manifestación «por un campo digno», las instalaciones del campo de fútbol de Boecillo se fueron llenando poco a poco de gente.
Con el pitido inicial llegaron las primeras órdenes, seguidas de aplausos de ánimo. El de Castellón, fuera del terreno de juego, colocaba a los suyos tras la valla. Javier, su compañero, prefería, como él mismo reconoció después, «observar y trabajar en silencio».
La tensión era palpable, y un Juanjo, a lo Rubén de la Barrera, se desgañitaba desde la banda para que los suyos no se salieran del partido, pero sin llegar a hincar la rodilla en el suelo, y tampoco los habituales gritos de «¡Ayub!», a los que tan acostumbrados están los que frecuentan Los Anexos.
El cambio era considerable. Ahí estaba, en su otra faceta, el Juanjo de veinte años dejándose la garganta por unos chavales que acabaron dejándose todo en el campo hasta conseguir la victoria por tres a uno ante el Sur Atlético, gracias al doblete de Gustavo y el gol de Iván, uno de sus capitanes.
Se notaba en el ambiente, incluso para los novatos, que eran una piña y que la buena relación jugadores-entrenadores era vital en el buen momento que atraviesa el equipo. Con el pitido final, llegaron los abrazos, las sonrisas y las felicitaciones por parte de los demás técnicos que conforman el Boecillo. Y claro, había que preguntar, a capitanes y padres, si ese buen rollo es un habitual o el furor típico que provoca el triunfo.
Roberto del Valle, padre de uno de los capitanes, fue el primero en transmitir sus –buenas– impresiones respecto al equipo y a Juanjo. «Estamos muy contentos, yo como padre y Alejandro como jugador», fueron sus primeras palabras. Feliz, él como padre orgulloso de su hijo, de verlo además, con el brazalete. «Siempre ha jugado bien», a lo que añadió, entre risas , «soy su padre, qué voy a decir».
Pero reconoce que su hijo ha ganado, tanto en seguridad como en juego, en lo que va de temporada. «Ha aprendido mucho, le dieron la responsabilidad del equipo como capitán y tirando todas las faltas, y eso ha hecho que se note esa confianza que han depositado en él, lo que le hace buen entrenador», admite.
Recuerda, con cariño, el momento que siguió al primer entrenamiento de Juanjo con los infantiles. «Alejandro llegó diciendo a casa que les iba a entrenar un jugador del Valladolid, del B, y que había jugado en Castellón. Estaba muy contento, decía ‘ya verás papá, ya verás…’ sin conocerle».
Tras unos meses con Juanjo y Javier al frente del equipo, admite que «todo lo que parecía que iba a ser, ha sido». Le define como «un buen chaval», y poniéndose en su lugar le llega incluso a entender. «Al estar fuera de su casa puede que se haya refugiado en los chavales, y que le haya venido bien a él tener un apoyo, un entretenimiento dos días a la semana», declara.
Como padre, no solo se fija en que su hijo mejore futbolísticamente día a día, sino en que como persona vaya creciendo y siguiendo el buen camino, sobre todo en una edad tan difícil, donde hay demasiado estímulos. «Lo fundamental en estas categorías es enseñarles un poco en la vida», si bien reconoce que la educación forma parte de los padres, también cree que los tutores en el colegio, los entrenadores en el fútbol y el entorno familiar juegan un papel importante en el devenir de los niños.
«En este caso él les ha dicho que esto es muy bonito, muy divertido, pero que tener estudios es fundamental, y que el día a día de casa es lo más importante», explica. La autoestima y la confianza de los jugadores en estas edades también resulta clave, pues no es lo mismo acabar un partido con victoria que con derrota. «Este fin de semana han ganado y están muy contentos, pero cuando pierden les baja la moral y Juanjo se encarga de subírsela rápido», relata.
El hecho de que sea futbolista, parece ser clave tanto para padres e hijos. Roberto, al igual que los dos capitanes, reconoce que es un entrenador exigente, sabiendo el límite que tiene respecto a la edad de sus jugadores. «Les exige mucho, pero a nivel personal les trata muy bien, les da cariño, y eso es fundamental trabajando con niños».
Alejandro, primer capitán del Boecillo Infantil, tímido y conciso, corrobora las palabras de su padre y reconoce estar satisfecho con los partidos y entrenamientos. «Jugamos bastante bien al fútbol e intentamos mejorar cada partido», algo a lo que ayuda que el propio Juanjo les sirva de ejemplo como jugador. «Se nota que es futbolista porque sabe mucho. En los entrenamientos dice cosas reflejadas en su equipo, que después nos sirven a nosotros», reconoce.
Tanto él como Iván, segundo al mando de la capitanía, conceden que como entrenador es severo, pero le salva de sobra que luego les felicite si lo hacen bien. «Lo pasamos muy bien con él, hay bromas en los entrenamientos y además hemos aprendido mucho», cuenta con una sonrisa en la cara. «En parte ha sido porque es futbolista, pero a nosotros nos cae muy bien, es como un amigo más o un hermano mayor», finaliza.
Mientras sus niños y Roberto nos desvelaban sus secretos al mando del Boecillo Infantil, un Juanjo feliz y nervioso pululaba por los alrededores, lejos para no oír nada, pero lo suficientemente cerca como para observar la escena. Al acabar, su compañero Javier bromeaba con él «anda que no han rajado de ti», a lo que el castellonense respondía con su característica media sonrisa «bien que hacen».