El Real Valladolid relativiza victorias y derrotas mientras sigue caminando rumbo al objetivo del ascenso

El fútbol es un deporte con alto contenido sentimental. Las sensaciones están a flor de piel y el estado anímico es vital. Sin embargo, hay quien decide aislarse buscando que la parte racional sobreviva a todo. El Real Valladolid es un claro ejemplo de esta particularidad. Al igual que Jason Statham, el Pucela tiene siempre el mismo gesto, ya sea en la victoria o en la derrota.
Rubi ha congelado las emociones, enseñándonos a relativizar cada momento de la temporada. Al principio costaba entenderlo, pero ahora –por regla general– no te alarmas por una dura derrota y tampoco te dejas llevar por la euforia ante una convincente goleada. Es un proyecto basado en el frío. Cada paso es igual que el anterior, ni más grande ni más pequeño.
El discurso de los jugadores y del propio entrenador ha ido por el camino de la calma, en ocasiones tensa, pero contundente. Como el de Will McAvoy en el primer capítulo de ‘The Newsroom’, que te llega dentro estés o no de acuerdo con él.
En pleno mes de marzo, con abril y las alergías pidiendo paso, la afición saca la calculadora e intenta que no se desaten sus nervios mientras el Real Valladolid apuesta por la calma. A veces parece que estamos ante una expulsión de ‘Gran Hermano’, con los concursantes esbozando una sonrisa pase lo que pase. Pero no es así. En el seno del Pucela no hay postureo.
El pasado veintiséis de octubre, tras encajar tres goles en Albacete y firmar un desastroso encuentro que tuvieron que salvar los de arriba, Rubi apareció en sala de prensa y dijo lo siguiente: «Es la primera vez que nos marcan más de un gol en un partido. Y quizá nos viene bien para ver que somos tan mortales como cualquiera». Sin alarmismos, buscando mejorar desde la tranquilidad.
«No podemos controlar todas las variables del juego», espetó después de ganar al Girona el dos de noviembre. «Es normal que los jugadores vayan pasando oscilaciones. Que ahora estén mejor, ahora estén peor…», explicó el trece de noviembre, antes de viajar a Sabadell.
Semana a semana, Rubi ha ido dejando pequeños mensajes en los que busca transmitir normalidad en un mundo tan anormal como el fútbol. Un mal partido no descose su proyecto porque sabe que puede pasar. Una mala tarde de la defensa no le alarma porque entiende que esto es deporte. Y tampoco sufre al ver que el Valladolid no puede controlarlo todo dentro del terreno de juego.
Triunfará o no –esperemos que sí–, pero Rubi decidió en el calor de agosto que su aventura en Pucela se iba a basar en el frío emocional. Una canción de La Sonrisa de Julia en bucle, sin estribillos estridentes ni bajones pronunciados. El Pucela solo mostrará sus sentimientos si consigue el ascenso. Y a mí, sinceramente, me vale.