El centrocampista del Promesas, que fue pieza clave en el ascenso a Segunda División B, ha pasado por varias etapas esta temporada al haber cedido, durante varias jornadas, el protagonismo a otros compañeros

El ceutí Anuar es una de las grandes esperanzas de futuro de la cantera blanquivioleta. O. quizás, de presente. Su gran capacidad para conducir el balón, combinada con la destreza que muestra para sustraérselo al rival y sus tres pulmones le convierten en un centrocampista de un perfil inglés que suele gustar. Y vaya que si lo hace en Los Anexos.
El ascenso del Real Valladolid Promesas a la Segunda División B tuvo un nombre: equipo. Pero más allá de que el conjunto dirigido por Torres Gómez fuera un bloque, lo cierto es que varios jugadores se convirtieron en pieza clave en el regreso a la categoría de bronce.
Anuar fue el primero en marcar el año pasado en Tercera División, y lo que es más importante, también el último, brindando con su tanto por un salto de categoría que hoy parece afianzado. No fue solo eso, sin embargo, lo que hizo que la campaña del ceutí fuera brillante.
A pesar de ser su primer curso como senior, no se amilanó en ningún choque; no dejó de aparecer, a lo largo y a lo ancho del tapete, allí donde fuera necesario. Porque tiene ese poder, esa capacidad física y pulmonar que le hace llegar donde nadie llega, ya sea con el balón, para ofrecérselo a un compañero, o sin él, para robarlo.
No era de extrañar que, a pesar de la remodelación tanto de la plantilla como del cuerpo técnico, el que viniera y se fijara en él, en sus estadísticas, pero especialmente en su juego, le fuera a colocar en su once. Y así fue. Rubén de la Barrera apostó por Anuar, que tras haber disputado 2.500 minutos la pasada campaña y realizar la pretemporada con el primer equipo, afrontó un nuevo reto ilusionante.
El técnico gallego le dio la responsabilidad de dirigir el centro del campo blanquivioleta desde la primera jornada. Sin embargo, después de las primeras nueve, Anuar tuvo que ceder su sitio tras haber disputado setecientos minutos. Sus condiciones y su hacer no parecían suficientes para que continuase en el equipo titular, lo que sorprendió a propios y extraños.
En su lugar, salía un hasta entonces desconocido Ayub, que sumaba tan solo 68 minutos, suficientes, eso sí, para comenzar a mostrar su magia con la pelota y frente a los rivales. Con ese cambio de roles, Anuar se convertiría automáticamente en parte de la segunda unidad y, en ocasiones, en un jugador con el que refrescar la parcela ancha.
Durante las siguientes diez jornadas, el ceutí apenas acumuló 160 minutos, en los que trató de aprovechar su oportunidad, mientras Ayub y otros acumulaban titularidades. Volvería a la formación inicial en la jornada veinte, fecha desde la que suma siete de nueve titularidades y tras la cual parece haberse asentado en el once.
Por momentos ha podido penalizarle el hecho de que quizá su estilo de juego, más de conducción y menos de primer toque, no sea el preferido de su técnico. Sin embargo, en las últimas semanas ha mostrado la capacidad suficiente para dar equilibrio al equipo junto a un Ayub que no para de crecer.
El ceutí forma, con el catalán de origen magrebí, una pareja trabajadora, de recorrido y calidad. Una sociedad hasta fechas recientes poco explorada, pero que amenaza con disfrutar e invitar a hacerlo a la grada de Los Anexos de aquí al final de temporada. O, teniendo el cuenta el potencial de ambos, por qué no, más allá, algún día, en el campo de al lado.