El Real Valladolid doblega al Sporting de Gijón en un duelo intenso y en el que el resultado fue más abultado que claro el dominio blanquivioleta
Valladolid vivía un hormigueo de partido grande. De esos de Primera División. O de reencuentro con el eterno enemigo. Sentía algo así como lo que debe sentir Batman antes de zurrarle la badana al Joker. Más aún después de ciertos cánticos que parecían emular al payaso diciendo «tú me complementas».
Sentía un reconcome dentro también por la derrota de Tenerife, por ver si habría dejado dudas. Escuchando durante la semana a los protagonistas no parecía, pero, en fin. En el ambiente flotaba un anhelo: ganar para olvidar. Y, ya de paso, superar al eterno rival, claro. Y en estas Zorrilla fue un hervidero, no tanto por cantidad como por calidad –que, cuando arde, también hay que decirlo–.
Disfrutó la doce como hacía tiempo no lo hacía, y no es para menos. Los tres puntos se vistieron de blanco y violeta después de un buen encuentro de quienes portan esos dos colores. Aunque hay que reconocer que el tres a cero quizá no haga del todo justicia a la intensidad y el modo en que se desarrolló el envite.
Lo cual no es una crítica al juego del Real Valladolid, sino un halago al arrojo del Sporting. Desde el inicio fueron intensos y aguerridos, aunque se toparon con un rival que era un rompeolas. Batían los de Abelardo como las olas del mar, pero una y otra vez rompieron al llegar no ya a las inmediaciones de Varas, sino a la zona ancha del verde pasto, donde los de Rubi estaban en superioridad.
Igual que en ocasiones se le acusa de cierto inmovilismo, esta vez al catalán hay que reconocerle el acierto en su planteamiento, con tres centrocampistas, uno de ellos, Leão, bien pegado a la línea defensiva. Junto a ello, refrescó las alas, dando entrada a un sacrificado Óscar Díaz y a Hernán Pérez, que en su estreno como titular lo hizo prácticamente todo bien.
El atacante guaraní picó muy bien al espacio, a veces por fuera; otras, las más numerosas, por dentro, y en una de estas llegó el gol. André Leão supo ver su diagonal y trazó un pase magistral, que el paraguayo controló con maestría antes de embocar, en un visto y no visto. Fue el preludio del tiempo de mayor dominio neto local.
El Sporting había salido fuerte, bien, aunque el entramado que había preparado Rubi hizo que hubiera un dominio bruto, en el que las intentonas rivales no eran muy tenidas en cuenta por casi inofensivas. Aun así, siguieron, incluso después del dos a cero, que anotó Óscar antes de la media hora, después de otra bonita jugada que brotó de la técnica de Hernán.
Con el paso de los minutos bajó la marea, y apenas hubo fuerte oleaje, detenido siempre en ese rompeolas blanquivioleta. Y así se llegó a la segunda mitad, en la que los asturianos siguieron intentando llegar, pero se encontraron siempre con el malecón, lo cual, dicho sea de paso, no quiere decir que los locales se dedicasen a defender; más bien, supieron defenderse.
Entretanto, la grada de Zorrilla disfrutó como no disfrutaba desde el siete a cero al Barça B. Hizo la ola, incluso, aunque se encontraba una y otra vez con otro dique que le impedía fluir y terminar de ganar la orilla, de colores rojo y blanco. Curiosamente, también fue rompeolas una mareona qué viajó en masa a la ribera del Pisuerga para ver cómo a su equipo le faltaba, sino uniformidad, sí al menos la solidez que su rival mostraba.
Antes del silbatazo final, al Pucela aún le quedaba un último servicio que ofrecer, el de Omar a Timor, que sellaba la victoria como queriendo evitar que se produjera algún susto o disgusto con sabor a déjà vu. Y Zorrilla siguió vibrando hasta que el partido acabó, como quien baila ‘la cucaracha’ cuando la tiene de tono de llamada en el móvil; a sabiendas de que lo que en ese momento es alegría quizá pueda no serlo después.
Pero que le quiten lo bailao’. El momento se disfruta; el futuro, se espera, llega. Por eso, aunque en la lontananza se divise al Real Betis, hasta llegar a Sevilla, Valladolid olerá a salitre, y faltará solo el susurro del mar cuando se recuerde el partido. Después de todo, Batman no siempre gana al Joker. Uno no siempre rompe una ola del tamaño que venía alcanzando el Sporting.
Para ellos, para los sportinguistas, podría haber sido peor. Allí donde perdieron tres puntos y más de uno y de dos faltó al respeto, alguien podría haber tirado de ingenio y haberse mofado cantando con algo similar a esto:
Gijón, decime qué se siente tener en casa a tu papá.
Te juro que aunque pasen los años, nunca lo vamos a olvidar…
Que Óscar Díaz los gambeteó, que ‘El Mago’ los vacunó, están llorando de Pucela hasta León,
A Rubi lo van a ver, el ascenso va a traer, Hernán Pérez es más grande que su Ndi…