El Real Valladolid afronta dos jornadas decisivas ante Sporting de Gijón y Betis
El Heliodoro Rodríguez López recibió la visita de un Pucela que pasó por Canarias como ‘Boyhood’ por los Oscar, sin hacer ruido. Y lo poco que hizo fue molesto. Pereira mostró su lado más infantil, Rubi se congeló en plena caída y la mayoría de futbolistas quisieron pero no pudieron. Aun así, no se ha hablado mucho de la dura derrota. Sobre ella existe un silencio que ni ‘El Detalle’ de Jesús Zalama ha sabido captar.
Y es que, a orillas del Pisuerga se vive la tensa calma que precede a las grandes batallas. El alboroto aparecerá por la puerta con el paso de los días. De momento, sosiego. Como en ‘Lo Imposible’ segundos antes de que el mar encogiera las almas de los espectadores y Naomi Watts hiciera méritos para un Oscar que le robó injustamente Jennifer Lawrence.
Pero uno mira el calendario y observa que esperan dos grandes batallas en un corto espacio de tiempo. Una guerra de 180 minutos que se dirimirá entre el frío pucelano y la pasión sevillana. Sporting y Betis aguardan con dientes afilados y moral alta.
El primer enfrentamiento será el sábado. Uno espera una legión de asturianos pisando suelo vallisoletano desde primera hora. Algunos han venido ya tantas veces que se les hará raro ver el moderno local que ha cogido La Sepia o el laberinto que parece la nueva Mejillonera.
Lo peor del Sporting es que llega sin presión, viendo con buenos ojos un posible empate y consciente de que habrá nervios en Zorrilla si el Pucela sale como el pasado domingo. Tienen el tiempo a su favor. El aspecto psicológico, también. Lo que no tienen es a Óscar González y Mojica, dos hombres que, en condiciones normales, deberían marcar la diferencia.
El Valladolid, además, cuenta con un as en la manga llamado golaveraje. Ganar al Sporting supondría tres puntos más, adelantar a los asturianos en la tabla y asegurarte que, en caso de igualdad, tú acabas arriba. No te das cuenta del valor de ese detalle hasta que llega la última jornada y la calculadora marca el logaritmo contrario al que deseas.
Así todo, la guerra empieza un fin de semana, como debería ser siempre. Pelear y luego beber para celebrar o para olvidar. Las guerras, en fin de semana, son menos guerras. Hasta haríamos amigos. Quién no ha mirado mal a otra persona un sábado a las once y media de la noche y ha acabado bailando a su lado a las tres de la mañana. A mí me pasó con Jesu Domínguez. Sonó Café Quijano, cómplices de nuestra reconciliación.
Sin embargo, habrá que entonar el «partido a partido» en lugar de mirar los dos frentes. Eso hizo Simeone y le bastó para ganar una Liga. La Champions no porque ahí se encontró a Papá en la final. Descansad, que el sábado está a la vuelta de la esquina. ¿Preparados para la guerra?