Armando Álvarez, exjugador del Real Oviedo, recuerda el loco 3-8 contra el Real Valladolid
Foto: Armando Álvarez
Diecinueve de mayo de 1996, Estadio Carlos Tartiere. El Real Oviedo recibía en la penúltima jornada de liga al Real Valladolid. Los carbayones, a pesar de no haber tenido su mejor año, llegaban al partido matemáticamente salvados.
Peor pintaban las cosas para el Real Valladolid, pues los blanquivioletas coqueteaban con la zona de descenso a dos semanas para el final del campeonato liguero. «El Valladolid se jugaba todo y nosotros queríamos mantener el nivel de toda la temporada», recuerda Armando Álvarez, exjugador del Real Oviedo y titular en aquel loco partido.
Con estos condicionantes, se esperaba un partido en el que el Valladolid saldría a por todas, mientras que el Oviedo quería ofrecer la última victoria en casa a su afición tras un curso decepcionante.
Pero nadie contaba con otro elemento que, finalmente, se volvería determinante para resolver la ecuación: el árbitro Japón Sevilla. «Tuvo mucho que ver el árbitro: no supimos sobreponernos a él y al final el partido fue un cachondeo», reconoce Armando.
El choque comenzó de una manera extraña, pues a los cinco minutos el colegiado pitó un penalti que Christiansen aprovechó para poner por delante al Oviedo en el marcador. En esta tesitura, el Valladolid lo siguió intentando hasta que a la media hora Japón Sevilla volvió a pitar un nuevo penalti, esta vez a favor de los blanquivioletas. Peternac puso la igualdad en el marcador, aunque al filo del descanso el árbitro pita una nueva pena máxima que hace que el Oviedo se vaya por delante al vestuario.
«Hasta el descanso el partido fue normal, pero en la segunda parte nos desconcentramos y el partido se convirtió en un desbarajuste», cuenta Armando. Y tanto que lo fue. Japón Sevilla pitó tres penaltis más a favor del Valladolid, y el partido terminó con el conocido resultado de 3-8 a favor de los blanquivioletas, que en todo momento habían tenido el apoyo de su afición.
Una afición que desde ese momento comenzó a congeniar con la carbayona, trabando desde entonces una amistad poco común en el mundo del fútbol. Los ovetenses, al ver que su equipo estaba salvado y mientras no daban crédito a lo que estaban viendo, comenzaron a animar al Valladolid. «La gente gritaba ‘otro, otro’ cada vez que el árbitro pitaba un penalti«, recuerda Armando. Los aficionados de uno y otro equipo comenzaron a celebrar todos los goles, sin importar los colores. «A veces las amistades vienen por pequeños detalles», afirma el exjugador azul.
Durante los días posteriores hubo muchos rumores acerca de si el Real Oviedo se había dejado ganar para que se mantuviese el Valladolid. Rumores que Armando Álvarez desmiente con rotundidad. «Siempre hemos fomentado el ‘fair play’. En ningún caso nos íbamos a dejar ganar porque había más equipos que dependían de nuestro resultado». La temporada terminó una semana después con la salvación del Real Valladolid, dejando para el recuerdo un partido loco en el que el resultado fue lo de menos.