Jonathan Pereira firmó una de las exhibiciones más impactantes de los últimos tiempos, escoltado por dos secundarios de lujo como Mojica y Óscar

Foto: Juan Postigo
Un día nos pararemos a recordar cómo el que aprovecha un respiro en su día a día para poner en orden su memoria. Y justo en ese instante valoraremos lo que el pasado domingo sólo alcanzamos a saborear. Porque el momento se vive, pero no se analiza. Para eso ya están el futuro y la pausa.
Lo que pasó el domingo fue Jonathan Pereira. Un huracán descontrolado que dejó en brisa veraniega el fuerte viento que galopaba por Mallorca. No pidió ni permiso. Tiró la puerta abajo, se plantó sobre el césped y firmó una de las actuaciones individuales más espectaculares de los últimos años. Desordenó la escena como DiCaprio en ‘El Lobo de Wall Street’.
Su primer gol, de hecho, es una obra de arte. Lo hubiera firmado el mismísimo Dennis Bergkamp, especialista en convertir los controles en el principio del fin. Levantó la pelota con la izquierda y definió con el exterior. Impactó más el paso previo que el propio gol. Como el taconazo de Guti en Riazor para que Benzema se lo agradeciera empujando el regalo a la red.
Ese gol de Pereira desató una locura que sólo entendieron él y Mojica, otro al que le gusta más la anarquía que el corsé. El ex del Rayo se asoció con la hormiga atómica -Jesu Domínguez dixit- a la perfección. Puso una pareja de reyes para complementar el trío de ases que presentaba Pereira. Full en el Iberostar. Las monedas caían y sonaban a premio gordo.
Marco Asensio miraba desde la distancia y aprendía. Mojica para Pereira en el 1-2, Pereira para Mojica en el 1-3. Era un estribillo maravilloso. Óscar, que tuvo envidia, le puso en bandeja el 1-4 a Pereira. Y la hormiga atómica lo agradeció asistiendo al ’10’ en el 1-5. Una orgía absoluta. Ojalá hubiera sido en la mansión Playboy con crónica posterior de Jesús Zalama vestido -o desvestido- de enviado especial.
El festín tapó carencias colectivas, entre ellas las de Jesús Rueda y Marc Valiente, fuera del encuentro desde el minuto uno. En el Pucela faltó continuidad en el juego y sobraron errores, pero nadie se acordará porque muy por encima del partido estuvo la figura de un Pereira que decidió que el fútbol, por una vez, fuera cosa de uno. Ya nos daremos cuenta de la gesta en el futuro. Como con ‘Los Serrano’.