El riojano sentó cátedra, una vez más, y volvió a marcar un gol después de cinco años

Foto: LFP
Corría la jornada número cuatro de la temporada 2008/09 cuando Álvaro Rubio conseguía, sin pretenderlo, marcar su, hoy, penúltimo gol con el Real Valladolid. Ha tenido que llegar el año 2015 para que el capitán blanquivioleta vuelva a ver puerta. Tantos años, tantos partidos, que solo él puede ser capaz de hacerlo.
Para ser sinceros, venía avisándolo. En las últimas jornadas había vuelto a asomarse al área rival, que hacía mucho tiempo que no visitaba, y parecía solo cuestión de tiempo. Un pase, de tantos en la primera parte, de Pereira buscando la espalda de la defensa vitoriana, que encuentra a Mojica. Este, tras recortar de tacón, cede atrás, hacia la frontal; y gol, por fin, de nuevo, de Álvaro Rubio.
Yo me figuro que para Álvaro Rubio, este habrá sido un partido más. Con el mismo método, magnífico por otra parte, con el que ejecuta sus partidos, supongo yo que viva su vida como futbolista. Y sí, incluso en partidos como el acontecido este domingo por la tarde. Lo mejor de Álvaro Rubio es que, después de tanto tiempo, sigue teniendo presente.
¿Es que jamás va a acabar de dar fútbol? ¿Cuantísimos partidazos del ’18’ blanquivioleta nos quedan por ver? ¿Cuantísimas veces más aparecerá para demostrar quién manda y quién sabe jugar a esto? Razonablemente, no muchas, pero eso también lo dijimos hace ya dos, tres o cuatro temporadas antes. Y ahí sigue, imperturbable. No sé si es la palabra que lo define, pero Álvaro Rubio me parece ‘El cerebro imperturbable’, un amasijo de fútbol y profesionalidad que le llevará a encumbrarse como leyenda, si no lo es ya, del Real Valladolid.
Por la mañana, y antes de la enésima clase magistral de Don Álvaro Rubio, España se levantó con la proeza de uno de sus mitos deportivos: Pau Gasol había anotado la friolera de 46 puntos, capturando además 18 rebotes. ¡Santo Dios! ¡Con 34 años! En el día en el que Gasol, por fin, dejó de ser estrella para ser leyenda de la NBA, un tipo de Logroño alcanzó algo parecido con un equipo de fútbol que, hacia él, solo puede tener agradecimientos.
Y ahora, acabado el día ya, es el momento en el que las semejanzas entre estos dos ases, salvando las distancias, nos saltan a la vista: casi quintos, los dos ya habían sido juzgados como ‘viejos’, trastos inútiles en decadencia, y, una vez más, lo volvían a hacer, porque ellos siempre lo vuelven a hacer, siempre. Son tan rematadamente buenos, son tan exageradamente héroes de leyenda, que ni quien escribe sobre ellos puede llegar a asegurar que no lo hará jamás, porque es imposible no hacerlo.
Cualquiera se viene arriba hablando de Álvaro Rubio. Maldita sea, debo conseguir un cromo suyo antes de que se retire, así que más vale que subamos para poder hacerlo. ¿Tendrán los hijos de Álvaro Rubio algún cromo de su padre? ¿Serán conscientes de quién es su padre? Después del partido habrá cenado y acostado a sus hijos. ‘El cerebro imperturbable’ lo habrá hecho de nuevo. Otra vez, habrá vivido la vida de una leyenda con la misma tranquilidad con la que celebró su gol ante el Alavés. Es un genio. Es el amo. No hay otro igual, y esa es la pena, porque ninguno de mayor podremos ser Álvaro Rubio.