El Real Valladolid marcó, en un rato, los goles que se le resistieron durante semanas
Nochebuena un veintiuno de diciembre. Y el Barcelona B como cuñado. Eso fue lo que se vio en el José Zorrilla el pasado domingo. Un atracón de goles que devolvió la ilusión a la afición del Real Valladolid justo antes de dejar a un lado el fútbol hasta el próximo año.
Me alegro por los 9.000 que están siempre arropando al equipo en el estadio. Haga frío o calor. Baje la niebla o se esconda. Llueva o truene. Son los que más merecían un festín así. Los otros, esos que solo aparecen cuando se regalan entradas o hay un ascenso en juego, son blanquivioletas de nombre, no de corazón.
Rubi acertó con el planteamiento. Álvaro Rubio no está para formar parte de un doble pivote, pero la historia cambia si le pones dos guardianes detrás. André Leão y David Timor fueron las alas del veterano centrocampista.
Con ellos protegiendo el fuerte, el futbolista riojano se soltó y ofreció su mejor versión. Por delante de él, el agitador Mojica, el incansable Jeffren y el mago, que siempre merece mención aparte, Óscar González.
La primera media hora del ’10’ fue majestuosa. Destrozó al Barcelona B entre líneas, dejando claro que él era el hombre en medio de tanto niño. A Samper y compañía sólo les faltó llorar de rodillas y pedirle un autógrafo. O quejarse del césped, que uno ya no sabe cuál es el ADN culé. Óscar fue Óscar. Sin más. «El mejor de la Liga Adelante en su puesto», dijo Rubi hace semanas. Y lo clavó. Porque cuando Óscar aparece, el Valladolid es otro. Mejor. Siempre mejor. El factor diferencia está en el talentoso mediapunta. Volvió a quedar claro el domingo.
El atracón fue tal que hasta Halilovic, llamado a ser una de las grandes figuras del futuro, y Adama, que venía crecido tras exhibirse en Copa, vieron la pelota como el político corrupto que recibe un sobre y lo guarda en su bolsillo; sin inmutarse. En veinte minutos se dieron cuenta que no iba a ser su tarde. Que ya si eso otro día.
Los goles fueron cayendo como polvorones, pero sin que costase masticarlos. La ola apareció por Zorrilla. La peor de la historia, dicho sea de paso. Hacer una ola con 9.000 personas no debería estar permitido. Queda feo. Como Rosi de Palma, pero sin gracia. Aun así, nos divertimos, que era lo importante. Y ganamos. Ya llueve menos.