Rubi colocó a todos sus futbolistas asociativos en el terreno de juego en la segunda mitad para intentar dar la vuelta a un marcador que se había puesto en contra cuando mejores sensaciones estaba dejando el equipo

El Atlético Osasuna se había quedado con diez nada más darse inicio a la segunda mitad. Las circunstancias se ponían de cara para que el Real Valladolid lograra traer un resultado positivo de El Sadar, pero la idea que Rubi ingenió en su mente para conseguirlo no se pareció en nada a la ejecución final que se dio sobre el irregular césped del estadio rojillo.
Y es que cuando el día empieza torcido, lo normal, es que acabe de esa manera. Lo mejor es irse a la cama y levantarse al día siguiente con otra mentalidad, que es lo que deberán hacer los futbolistas de la entidad blanquivioleta. Te anulan el gol más legal que has metido en toda la temporada, te libras de un penalti absurdo y te hacen el primero en una desconexión defensiva absoluta tras un saque de esquina. Y no se había llegado al minuto diez.
De la garra y la intensidad que había demandado Rubi en rueda de prensa, ni rastro. De todos modos el gol encajado cambió un poco el chip de los visitantes que empezaron a manejar el cuero. Óscar González parecía tener otra actitud respecto a otros encuentros. Quizás un partido de «Primera» le motive más que jugar en Butarque o en la Nova Creu Alta, pero daba señales de querer llevar el manejo y junto a Jeffren se sacaron de la manga el empate.
Los mejores minutos pucelanos estaban siendo fruto de la conexión entre los medios centros -Rubio y Leão- y los enganches -unas veces Óscar, otras Jeffren-. Mojica estaba haciendo sufrir a Javi Flaño y con una de sus mejores acciones en el choque puso el balón en boca de gol. Pero ni Jeffren, primero, ni Bergdich, después, fueron capaces de acomodarlo en la red que defendía Santamaría.
Acto seguido, una pérdida innecesaria de Varas acabó con un balón de Torres al corazón del área chica que Valiente terminó empujando a su propia portería. Él no quería. Justo después, sin terminar de celebrar el segundo, Nino había hecho el tercero, pero por suerte para el Real Valladolid el linier quiso ver posición antirreglamentaria. Fue bonito mientras duró.
Desconexiones defensivas en las que el conjunto perdió la intensidad defensiva hacían que los rojillos marcharan a la caseta con ventaja. Y eso que no habían aparecido Cedrick, Merino o Roberto Torres.
Sisinio y nueve más
La expulsión de Javi Flaño nada más comenzar la segunda mitad abría una puerta a la esperanza de los vallisoletanos, pero nada más lejos de la realidad. El plan de remontada terminó en desastre y desesperación de unos futbolistas que no fueron capaces de entender lo que, desde el banco, Rubi había planeado en su cabeza.
El drama estaba siendo tal, que fue Osasuna, comandado por un espectacular Sisi desde el lateral derecho -multidisciplinar el albaceteño-, quien tuvo las mejores opciones para haber aumentado su ventaja. Primero Kenan Kodro desde fuera del área; luego Nino a bocajarro tras un rechazo de Valiente; y después el propio exblanquivioleta, en una gran jugada individual, ponía el corazón en un puño de los aficionados pucelanos.
Rubi debió pensar que metiendo a más gente de toque el equipo iba a hacer más daño a Osasuna, que por dentro era infranqueable, y que era por fuera con las llegadas de Mojica principalmente por donde más sufría. El técnico catalán dio entrada a Óscar Díaz, Jorge Hernández y Omar Ramos, por Samuel, Rubio y Bergdich, y acabó jugando con Valiente únicamente por detrás de la pelota. Algo así como un 1-3-5-1 compuesto por Marc; Peña-André Leao-Chica; Mojica-Omar Ramos-Óscar-Jorge-Jeffren; Óscar Díaz. Imposible, desesperado y desastroso.
Pero ni tridentes, ni cuadrados mágicos, ni falsos nueves dieron resultado. Todo el ataque pucelano se había convertido en un barullo de futbolistas, que una y otra vez se perdían en el entramado defensivo que Urban había montado tras la expulsión. Apoyados en unos inmensos Nekounam y Raoul Loé, los nueve futbolistas que acompañaban a Sisinio derrocharon casta para impedir que el Real Valladolid, una temporada más, sacara algo positivo de su visita a Pamplona.