Y así, como el que no quiere la cosa, 4.000 y pico se comieron algo infumable

Como cuando vas a casa de un colega y te invitan a comer. Allí, postrado en una silla frente a una familia que no es la tuya. ¡Qué habrá de comer! Oh no, judías verdes. Y entonces llega el momento de comértelo, comerte lo que te pongan en el plato, aunque no te guste. Por mal cocinado que esté. Y sí, te lo comes, con ahínco, con presteza, todo con tal de no paladear nada. Y tan rápido y con tan buena cara lo comes que la madre del colega te dice: «Que aproveche. ¿Quieres más?». Y da igual lo que digas, que la cazuela se acerca y te tienes que comer un segundo plato. Manda bemoles.
El partido frente al Elche del martes fue algo parecido. Te tocaba ir a verlo, porque es tu equipo, y al poquito te das cuenta del bodrio que tienes delante, donde ni uno ni otro dan gusto a nada y todo parece cocido con tristeza y sin sal. Y sí, aquí también habrá segundo plato, también fuera de casa, y que puede que sea tan insípido como el primero, e, incluso, más amargo.
Jorge Hernández… y así, a bote pronto, poquito más. Bueno sí, el bocata del descanso. Algo duro el pan, pero buenísimo, y es que el chorizo nunca falla. Y con tanto ahínco me comía el bocadillo, con tanta presteza y con tan buena cara que Poti, el famoso Poti, icono de Valladolid, me dijo: «Que aproveche». Probablemente, eso sea lo que yo más recuerde del infausto Real Valladolid 0-0 Elche CF.
Y tras comerme el bocata, volví a casa. Eran las doce y media de la noche y aunque el frío no había sido excesivo, las intempestivas horas de llegada me dejaron desvelado, y dándole vueltas al partido me dije que a partir de mañana haría más deporte y comería menos chorizo. Pero como la vigilia duró más de lo que yo hubiera deseado, volví a repensar que para qué iba a hacer eso, que a lo mejor me esperaban este año más partidos como el de ida de Copa frente al Elche y que más me valiera en esos casos tener algo agradable que llevarme a la boca, algo con lo que Poti pudiera decirme: «Buen provecho». Y si no me llevo un bocata de chorizo, pues pido una pizza y tengo al pizzero dando vueltas, como estuvo un buen hombre durante medio partido buscando a quien había hecho el pedido. Y eso, que solo éramos 4000 y pico, y con tan pocos no lo encontraba.