Real Valladolid y Leganés se verán las caras el próximo sábado. Para un viejo conocido de la afición blanquivioleta, el partido sera especial por su amor por ambos equipos
Leganés es un municipio de la Comunidad de Madrid, situado a once kilómetros al sur suroeste de la madrileña Puerta del Sol. De oeste a este es atravesado por el cauce de un afluente del río Manzanares, el arroyo Butarque. Mismo nombre que obtiene el campo de fútbol del propio municipio, en el que el próximo sábado a las nueve y media, el CD Leganés se verá las caras por primera vez en competición oficial con el Real Valladolid
No sería ese estadio pepinero, sino el antiguo, el Luis Rodríguez de Miguel, el escenario donde tenían lugar los sueños de un pequeño muchacho extremeño, que con tan solo cuatro meses había aterrizado en la capital y se había instalado en Leganés. Este campo, que se encontraba a solo cien metros de su casa, es en el que ese pequeño soñaba con llegar a jugar algún día e imitar a sus ídolos blanquiazules.
Para conocer mejor que es lo que hacía su equipo favorito durante los fines de semana, tenía que colarse a hurtadillas en el estadio. Allí fraguaban sus sueños de convertirse en futbolista y en el Entrepeñas comenzó su historia particular aunque rápidamente el Leganés se cruzó en su camino.
Mientras demostraba sus habilidades con el conjunto blanquiazul, un tal Vicente del Bosque –por aquel entonces aún se encontraba en el Real Madrid–, comprobó la capacidad técnica de nuestro joven y sin pensarlo, lo fichó para la base blanca donde permaneció dos años. El sueño comenzaba a hacerse realidad, pero tocaba decir adiós a sus raíces, a su Leganés: padres, hermanos, amigos…
Comenzaba su periplo por el fútbol español. Su primera etapa, y en la que empezó a destacar fue en Tenerife, lo haría aún más en Toledo y por eso, llamó la atención en Valladolid. La capital castellana, con el tiempo, se consagraría como la ciudad adoptiva de nuestro protagonista. Y él, como uno de sus jugadores más aclamados. Pero vayamos por partes.
Si decimos que Leganés era la ciudad de su infancia, donde se encontraban sus raíces; Valladolid se convertiría en su ciudad de adopción. Donde llegó para realizarse, no solo futbolísticamente sino también como persona. En sus dos etapas en la capital castellano-leonesa, Valladolid se convirtió en parte fundamental de la vida de Víctor Manuel Fernández, y Víctor se había convertido en historia viva de nuestro querido club.
Ídolo en cada ciudad por la que pasaba –Villarreal y Cartagena también pueden dar fe de ello–, Víctor tenía una espinita clavada. Quería volver a sus orígenes y acercar su fútbol a su entorno más cercano. En la temporada 2011/12 regresaba al CD Leganés como buque insignia de un proyecto que buscaba la categoría de plata que a día de hoy los pepineros disfrutan.
El ascenso pepinero conseguido la temporada pasada devuelve el fútbol de plata a la quinta ciudad madrileña en número de habitantes y la segunda de la Comunidad de Madrid con más equipos de fútbol federados.
Se puede catalogar como hazaña lo conseguido el curso pasado por parte del CD Leganés, ya que el ascenso dejó de ser ansiado para convertirse en obsesión. Tras el descenso en la temporada 2003/04, se trató de volver a la categoría lo antes posible. El Lega había permanecido una década en la Segunda División desde su primer ascenso de plata y volver a permanecer durante muchos años es el objetivo actual.
El último año de Víctor en Leganés
No siempre sale todo como uno quiere. En la temporada 2011/12, Víctor llegaba como referente para enseñar a los jóvenes –y, por qué no, también aprender de ellos–, pero las cosas se empezaron a torcer cuando se veía al Leganés más cerca del descenso a Tercera División que de puntuación de play-off de ascenso a Liga Adelante.
Los seis goles de Víctor en los veinte partidos disputados no sirvieron para que el ‘Lega’ estuviera alejado de los puestos de peligro. Pasaron tres entrenadores diferentes y ninguno conseguía dar con la tecla para que el equipo consiguiera dar rienda suelta. La situación agravó cuando se acumuló una racha negativa de siete partidos consecutivos sin conseguir ganar. La situación parecía mejorar con una victoria ante un potente Tenerife por dos goles a cero pero tres nuevas semanas sin conseguir una nueva victoria colocaban al Lega a tres puntos de la salvación.
Diecisiete de abril de 2012. Trigésimo octavo cumpleaños de Víctor. Sensaciones cruzadas atravesaban su mente. El club y sus propios compañeros le habían propuesto que se hiciera cargo del puesto de entrenador porque consideraban que no había nadie mejor que él para conseguir solventar la situación. Víctor había consultado con su entorno y preguntó a su familia y amigos, antes de tomar la decisión final. Y decidió colgar las botas para situarse en frente de un equipo que le necesitaba.
Difícil decisión para un jugador que llevaba veinte años en activo, pero que por el bien del Leganés decidió aceptar. Quizás en el primer momento no fue consciente de su decisión, dice ahora, tiempo después. Hasta que su hijo –también llamado Víctor– le preguntó si ya no volvería a ser futbolista no se dio cuenta de la dimensión de los hechos. Sin embargo, si se conseguía la crucial permanencia, habría cumplido con creces en el año de su vuelta a casa.
En esa etapa «salió todo muy bien, porque los jugadores lo pusieron muy sencillo», aunque sin duda no fue fácil. No fue fácil porque en ese vestuario, entre los compañeros había muchos amigos de Víctor y cambiar el rol de compañero o amigo a entrenador siempre es complicado. Además, era complejo porque Víctor no se podía sentar en el banquillo ya que disponía del título de nivel 2, pero no el de nivel 3. En la actualidad, ‘El Chingu’ –como es conocido en Leganés– no tendría problemas, ya que en breves recibirá el título de entrenador Uefa-Pro.
Inconvenientes aparte, lo que peor llevaba Víctor eran los nervios de ver a su equipo desde fuera y no poder participar. Pese a todo, debía lograr la permanencia en las cuatro jornadas que restaban. Y lo consiguió. De cuatro partidos empató uno y ganó tres. El déficit del equipo no estaba en las habilidades o aptitudes sino en la cuestión moral por eso Víctor explica que se consiguió «a base de dar confianza a los compañeros«.
El ’21’ había conseguido la permanencia que con el paso de los años se ha transformado en una plaza de Liga Adelante. Víctor puede estar satisfecho de haber salido así de Butarque a pesar de no haberse despedido como hubiese querido: en el campo, abarrotado y jadeando por los goles del mediapunta que celebraba siempre con su público extendiendo los brazos.
Cuando preguntamos a Víctor sobre el partido del próximo sábado una sensación similar a la pregunta «¿a quién quieres más a mamá o a papá?» recorre su mente. Víctor nos confiesa que es difícil elegir y no se moja por ninguno de los dos equipos. «Se enfrentan la ciudad de mi infancia contra mi ciudad de adopción».
Lo que está claro es que Víctor vivirá en primera persona en Butarque el desenlace entre pepineros y pucelanos, a los cuales anima para que al final de la temporada cumplan sus objetivos: la permanencia del Leganés y el ascenso a la Liga BBVA por parte del Real Valladolid.