El conjunto de Rubi completó un partido que, lejos de ser redondo, fue práctico, al calor de una tranquilidad que también transmitieron, en líneas generales, los futbolistas debutantes con el primer equipo

Foto: Real Valladolid
El Real Valladolid continúa demostrando cada semana que su sistema defensivo comienza a ser algo serio y que el trabajo que subyace en un modelo de juego en cierta medida pragmático va calando en cada uno de los futbolistas de la plantilla, con independencia de que quienes formen parte del once titular lo hagan o no con asiduidad.
Ante el Girona, en tercera ronda de Copa del Rey, Joan Francesc Ferrer, ‘Rubi’, dio la oportunidad de debutar con el primer equipo a dos jóvenes promesas del filial dirigido por Rubén de la Barrera —Anuar y Guille Andrés— y a un juvenil, Dani Vega, que tiene prendado tanto al técnico gallego como al director deportivo de la entidad, Braulio Vázquez –y que convence a Rubi–.
Un contexto en el que, a priori, Rubi podía comprometer la estabilidad emocional de su grupo, terminó por convertirse en un partido en el que, precisamente, los ánimos se mantuvieron atemperados. Un once conformado con cuatro jugadores de las categorías inferiores desde el inicio –Jorge, Carmona, Guille y Vega– y siete del primer plantel demostró una tranquilidad, durante los noventa minutos, que desterró cualquier sensación de incomodidad y riesgo en el aficionado.
El Valladolid, en especial durante los primeros 45 minutos, no generaba situaciones de peligro en el área gerundense, si bien el equipo de Pablo Machín tampoco perturbaba ni conseguía desembarazarse de la telaraña defensiva pucelana, centralizada en la pareja de centrales suplentes: Chus Herrero y Samuel Llorca.
Los defensores blanquivioletas rindieron a un buen nivel y apenas tuvieron que afrontar situaciones de defensa de pelotas paradas, uno de los debes que ha lastrado al balance de goles a favor y en contra del Valladolid en la primera fase de la temporada.
Machín dispuso de un once destacado por una defensa de cinco futbolistas que, en fase ofensiva, disminuía a tres para poder robustecer el dispositivo de un ataque encabezado, desde el eje central, por el talentoso Jandro. La acumulación de centrales albirrojos por dentro orientó los movimientos ofensivos del Real Valladolid hacia las bandas, en una situación parecida a la vivida en el anterior partido, frente al Numancia.
En este caso, Omar Ramos ejercía de lanzador desde la banda derecha, y su mirada se clavaba en los desmarques profundos que intentaba el debutante Guille Andrés o Jorge Hernández. En la contraria, con un peso menor, trabajaba Dani Vega, tendente, como delantero que es, a ejercer influencia cerca del área.
Foto: Real Valladolid
Una marcha más y dos goles
No fue hasta el segundo periodo, sin embargo, cuando el sosiego con el que había planteado el partido el equipo pucelano se transmutó en dosis de ritmo más continuadas, imprimido por Johan Mojica. El colombiano sustituyó en banda izquierda al prometedor Dani Vega e inyectó la velocidad que el conjunto de Rubi requería para lograr el equilibrio en fase ofensiva. Sus galopadas conllevaban profundidad, y ésta más oportunidades ante la meta de Palatsí.
En uno de los saques de esquina producidos por un centro lateral, Guille Andrés, situado en el segundo palo, logró su primer gol con el Real Valladolid, al rematar con la testa el balón servido por Omar. Así, el plantel mostraba alternativas a los goles de jugada, como volvió a constatar en el segundo tanto, de similar trayectoria. De nuevo, un lanzamiento desde la esquina acabó en el segundo palo –previo error en la salida del guardameta gerundense– y en los pies de Samuel.
El Real Valladolid, de esta manera, accedió a dieciseisavos de final. Con jóvenes, juego por bandas y calma, mucha calma. Tanta, que en ningún momento la hinchada pucelana temió por la clasificación.