El Real Valladolid supera al Girona en la tercera ronda de la Copa del Rey gracias a los tantos del debutante Guille Andrés y de Samuel
Recuerdo que hace unos meses, en uno de mis viajes a Pontevedra, fui invitado a una cena. Lo pasamos bien, comimos mucho y bebimos licor café, que es lo que en Galicia se hace cuando se juntan dos personas o más, y luego salimos de carallada. Entonces, en uno de esos bares de techo bajo, en el que sonaba música más pasada de fecha que ‘Noche de fiesta’, rodeado de puretas, le pregunté a un amigo: «Oye, tío, ¿y aquí la gente joven no sale?». Me dijo que no, y me llamó ‘neno’ como si viniera de La Coru y yo del Ferrol, que, dicen por aquellos lares, es lo más lejos que se debe ir jamás nadie.
El tema es que yo no entendí nada. Quiero decir, sí a mi amigo, pues soy ducho en ese arte que es entender a quien ha bebido licor café a espuertas, pero no que allí solo hubiera chavalería de la edad de mi madre, o que incluso la mía estuviera dos metros a mi derecha, tan recia, tan gallega, y sin embargo tan madre que no pude evitar sacar pecho por si algún pailán se le acercaba a comerlle a ourella, como el defensa al cabrón que pita penalti o a Zidane Materazzi.
La cosa es que aquella tarde había jugado el Pucela en Pasarón, y claro, uno se acostumbra pronto a lo bueno. Jugaron seis canteranos, unha chea, y yo me vine arriba por momentos. La noche, siempre tan cruel, siempre tan real, me bajó de las alturas. No es país para mozos… o sí, porque luego cambiamos de local, y aquello fue una cosa loca. Sonó el limbo, Lady Gaga, los pajaritos en el aire y una propuesta tan indecente que me dieron ganas de decirle a alguna que «por mí sí que bailamos bachata, ¿oíste?».
Al día siguiente, mi amigo, el del licor café –en verdad, yo bebo crema de orujo–, me preguntó por la noche. Del inicio solo conté lo buena que estaba la empanada, que del churrasco no comí casi nada y que antes del postre el dueño del bar ya estaba abriendo botellas que decía que eran da casa. Traté de explicarle cuál era el club en el que acabamos –el de la bachata, no de esos de luces–, guiándome por el Valle-Inclán, y acabé mi perorata, como no podía ser de otra forma, con un «buah, neno, fue la hostia» tan coruñés que todavía, cuando estornudo, me dice «Hércules».
La noche en que fuiste Trending Topic
No hay nada de malo en haber mentido a un amigo. De hecho, aquello no fue mentir, sino edulcorar las cosas. Así somos los gallegos, exagerados. Pero pasemos otra cosa. Al fin y al cabo, no he venido yo aquí a hablar de mi libro, sino del que escriben otros, metafórica y futbolísticamente hablando.
El Real Valladolid batió en Copa del Rey al Girona en un partido de esos tan de ídem, en el que la segunda unidad se apoderó de los petos que denotan titularidad. Fue así en ambos conjuntos, y en ambos conjuntos se preveía un afán de agradar que luego se quedaron solo los de casa. Los visitantes, quizá por aquello de no molestar, malamente se acercaron a la portería de Dani, que podría comer en sus guantes si quisiera de limpios que terminaron.
Pero, antes de ir con el partido en sí, hagamos un inciso. ¿Se acuerdan de aquellos tiempos en los que habrían querido poner por megafonía a la mujer del reverendo Lovejoy preguntando a voz en grito si nadie iba a pensar en los niños? Sí, ¿verdad? Pues olvídenlos: gracias a Rubi, han pasado a mejor vida.
El entrenador catalán dispuso de un once con varios veteranos que no suelen tener demasiados minutos, como el citado guardameta vinotinto, Samuel, Chus Herrero, Sastre o Álvaro Rubio, y salteado con cuatro canteranos: Xavi Carmona, Jorge Hernández, Guille Andrés y el insultantemente joven Dani Vega. Mientras los dos primeros habían contado con minutos en anteriores envites, debutaban los dos últimos, y lo hicieron demostrando que no hay nadie más verde que Hulk, y que hasta él merece una oportunidad si se la gana, contradiciendo así a entrenadores anteriores.
Ahora, volvamos al encuentro.
El Valladolid lo despachó sin florituras, pero con solvencia. Lo rehogó cuidándose de evitar salpicaduras y quemaduras, con pocos alardes, pero con el mismo acierto con el que la abuela deja el cocido en su punto. Dominador durante los noventa minutos, supo ver que la eliminatoria sería suya por el solo hecho de que suyo era el balón. Bueno, por eso, y porque el Girona no quiso, aunque por decoro y no restarle mérito a los de blanco y violeta prefiramos decir que ni supo ni pudo.
Ninguno de los dos equipos fue obstinado, aunque desde el inicio el Pucela lo intentó, liderado por las ganas de Dani Vega y Guille Andrés y por el punto álgido que precede siempre a la efervescencia de Omar. Sin conseguir enamorar, y sin llegar a marcar, la primera parte llevó un marchamo local; dejó el poso de que, al final, la balanza se terminaría equilibrando del lado de mayor peso. Y así fue.
Los goles de Guille Andrés y Samuel, ambos tras lanzamientos desde la esquina, pusieron justicia y los dos pies del Valladolid en la siguiente ronda de la Copa del Rey, y ayudaron a que Zorrilla se enamorase de su cantera. Aplaudió a rabiar la marcha de Dani Vega al banquillo, ovacionó al punta goleador y supo ver que el testigo entregado por Rubio al ceutí Anuar era algo más que una simple permuta por molestias físicas.
Y es que el amor, cuando es a paso lento, es más; o así lo cree quien escribe. El que es provocado por un flechazo tarda en marcharse lo que tarda uno en limpiarse la herida. Aquel que nace del conocimiento, contradiciendo al cantante, no solo hecha raíces, sino que, a menudo, no rompe con todo cuando la flor se marchita; permite que se mantenga el aroma, sino en el aire, al menos en la memoria (aunque qué sabré yo, si soy gallego y tiendo a exagerar las cosas).
Volviendo nuevamente al fútbol, quiere esto decir que no es peor la cantera porque no estalle de golpe, en un arrebato. A veces hay que dar tiempo y darse tiempo. Como yo a la noche aquella en Pontevedra, en la que empecé bailando junto a mi madre y acabé haciéndome un selfie con Valle. Porque la vida, en el fútbol, no es más que eso, empezar rodeado de puretas hasta que tu noche se rompe. Y si ese momento no llega, que al menos puedas exagerar con aquella otra en la que ganaste al Girona en Copa y fuiste Trending Topic en Twitter.
– Qué noche aquella, ¿te acuerdas?
– Buah, neno, fue la hostia.