El Real Valladolid ganó fuera de casa por primera vez en casi un año. Una nueva vida empieza a orillas del Pisuerga

Me he llegado a sentir como un entrañable anciano, pensando en el día en el que le contaría a mis nietos que yo vi ganar al Real Valladolid fuera de casa. Imaginaba la escena conmigo sentado en un cómodo sillón en medio del salón y dos niños mirándome fijamente como si mis historias les fuesen a cambiar la vida. Una escena demasiado cinematográfica, pero válida. Lo maravilloso es que ya ha desaparecido de mi mente. Y todo porque después de lo más parecido a la eternidad, el Pucela venció lejos de Zorrilla.
Fue en Alcorcón. Justo cuando Telecinco anuncia el regreso de Gran Hermano, que va ya por su edición 478, más o menos –con Mercedes Milá haciéndole la competencia a Jordi Hurtado–, el Valladolid logró meter tres puntos en la maleta.
No fue un partido inolvidable y tampoco un agradable paseo como el que dan ahora los rivales que sacan un córner contra el Real Madrid. Cero a uno, gol de Roger, y a casa. Suficiente. Después de mil y una debacles, sabe a gloria.
La última vez que el Valladolid ganó lejos de Zorrilla en Liga fue en octubre de 2013, con JIM en el banquillo, ese hombre que vendió más historias que los del Círculo de Lectores para acabar descendiendo al equipo. Ahora está en la cola del paro, pese a que lo querían clubes de la talla de La Victoria o San Nicolás. Pero no hablemos de él, que bastante tiene con haber ganado nueve de sus últimos 55 partidos en Primera División.
Regresando al pasado más reciente, el Pucela ofreció una imagen seria en un campo complicado, ante un rival rocoso y con el peso psicológico que suponía tanta sequía fuera de casa. Óscar se adueñó del partido, especialmente en la primera mitad, creando situaciones desde la mediapunta y aprovechando lo adelantada que estaba la defensa del Alcorcón. Roger y Óscar Díaz, inteligentes y rápidos en la reacción, supieron acompañar la lectura del ‘diez’.
El único gol del choque tuvo la participación de los tres jugadores ya mencionados. Óscar Díaz se la deja fácil a su tocayo, que rompe por el centro con una inmaculada asistencia para Roger. El delantero entró por velocidad y definió sin problemas. A partir de ahí, seguridad defensiva y nada de fisuras entre líneas. Pero no os voy a hacer una crónica de lo ocurrido, que para eso está Jesu Domínguez, que lo hace mejor que yo y cobra miles de euros por ello.
La buena noticia es que el Valladolid ha aprendido a competir. Dicho así, parece fácil, pero no lo es. Competir en Segunda División es básico si quieres llegar a la meta. Es una liga dura, larga y difícil, en la que puedes resolver algún partido con individualidades, aunque no siempre. La mayoría de encuentros, especialmente fuera de casa, necesitan gran rigor táctico, sacrificio, seriedad y compromiso, además de la calidad de los futbolistas. El Pucela tuvo todo eso en Alcorcón, y apenas le llegó para ganar cero a uno pidiendo la hora, demostrando que vencer en la división de plata tiene de sencillo lo mismo que ver a Belén Esteban hablar sin parecer una extraterrestre.
Rubi sabe que el equipo se ha quitado un peso de encima y que crecer empezaba por desprenderse del pasado. Uno no puede empezar una nueva relación si todavía tiene en mente la anterior. En fútbol, igual. El Valladolid ha vuelto a nacer.