De lo nuestro, a lo puesto. Lo suyo, que sea en desuso

Es probable que de esto ya haya hablado en alguna ocasión e, incluso, me haya atrevido a escribir alguna línea sobre tan deplorable hecho. El acto en sí, tan inhumano, tan cobarde y retrógrado debe ser señalado, lanceado, para advertir sobre él.
Y no, no me refiero a ningún torneo de origen tordesillano, sino al impío agravio que algunos tiene por costumbre, y otros por donaire, de convertir lo propio en la plasta mayor del reino, en sabotear lo de aquí para recoger del suelo lo de allá y, a la vez, con el estiloso filo de sus lenguas, más hechas para el gusto estéril y corvo, dar por sentado hechos que no se sostienen en pie.
Inhumano porque va contra natura el desprestigiar lo propio: como el padre que no dice de su hija que es la más bella del mundo, aunque no sea cierto.
Cobarde porque contra la maraña foránea, más extensa, fuerte y respaldada, lo fácil es declinar la opinión propia y servir, cual lacayo, al fomento de un agravio particular: como el que en el patio del colegio va a pegar al que ya está en el suelo.
Retrógrado como el que en tiempos de nacionalismo furibundo, no se aboga ni por un simple, ya no digamos regionalismo, sino localismo. Vaya, que parece que allí son libres para todo pero aquí estamos atados y amordazados, como si por aquí no hubiera suficientes acicates para, ‘chulo por montera’, decir que esta boca es nuestra.
De esto trata el ‘Síndrome del Toro de la Vega’, que solo padecemos aquí, en Pucela, y que presenta síntomas fuera de lo que meramente es rabiosa actualidad. Por desgracia, y por lo que aquí nos toca, esto también se traslada al campo futbolístico, al campo del Real Valladolid.
Sirva el hecho de aquel que, en su libre derecho, a veces albedrío, omite cualquier verdad sobre aquello que ahora en inglés, porque el castellano no debe contener esas palabras, se denomina: «Support your local team». Que bien, que bien por el que no lo hace, que él o ella es muy libre.
Sin embargo, el problema crece cuando en este circo aparecen los enanos. Enanos, que afectados por el ‘Síndrome del Toro de la Vega’, no solo no acogen lo propio, sino que reciclan para sí los agravios y faltas contra instituciones, se quiera o no es así, como el Real Valladolid, oriundas de donde pacen y sus hijos nacen. Por poner un ejemplo que en Blanquivioletas nos ocupa.
Hay esperanza, paren las rotativas. Aquí se habló de ‘siete mil y pico’ y, a día de hoy, somos más de doce mil. Una alegría comparable a la que a mí, personalmente, me produjo un gráfico de no hace muchas fechas que señalaba que en Valladolid éramos más del Pucela que de cualquier otra cosa. Santa bendición. ¿Estaremos vacunados contra el ‘Síndrome del Toro de la Vega’? ¿Nuestro cuerpo se ha hecho inmune a querer ridiculizar lo propio? Ojalá llegue el fin de este mal, que hoy, en estas líneas, no podría tomar otro nombre, pero que, por infortunio, podría llevar tantos nominativos como circunstancias de agravio propio se cometen.