El Real Valladolid vence en Alcorcón gracias a un solitario gol de Roger en un encuentro disputado, difícil, propio de Segunda División
con la afición al fondo
Si Alcorcón fuera un país, desde hoy mismo, sería el mayor exportador de leche a Valladolid. Si De la Riva hubiese viajado a Madrid, habría que haberle hecho subir por las escaleras al despacho de alguien con el fin de firmar un acuerdo entre estados. Si a Suárez le dejasen, si el belga Duchatelet –desde enero dueño del Alcor– quisiera, del verde pasto de Santo Domingo se traería durante generaciones el alimento de niños blanquivioletas.
De eso, de leche, calificaba Rubi en la previa una hipotética victoria. Ahora, una vez lograda, se le puede calificar de algo más, de ese «pasito adelante» que creía el catalán que su equipo estaba preparado para dar. Se le puede llamar oro, incluso, al triunfo logrado en el suroeste de la capital, pues no serán muchos los que salgan de allí con los tres puntos en el equipaje.
El gol de Roger, en una veloz transición en la que combinaron los Oscars, permite al Real Valladolid afianzarse en la parte alta de la clasificación, pero, sobre todo, testimoniar el buen momento del equipo, que sale triunfante del carrusel de encuentros que ha afrontado en los últimos siete días.
El envite fue más bueno que bello, con algunas fases del juego que Rubi pretende durante el primer periodo y de regularidad durante los noventa minutos. Vino a escenificar, hecha fútbol, una parte de la filmografía de Clooney. Sirvió para alzarse con el premio mayor con más sobriedad que estridencia, como si de la oscarizada ‘Argo’ se tratara.
Por momentos, convirtió a Óscar en Ben Affleck, el tipo resultón que pone el nombre y se lleva la miel, y a Díaz en el propio George Clooney, el que está en la sombra y lo mismo produce, que dirige, que actúa, y todo lo hace bien, aunque sea menos citado –el de verdad, para la Academia, es algo así como Lord Voldemort cada vez que se desvía a la izquierda–.
Por el gol, y por la cara, de chico guapo, Roger fue Ryan Gosling; sí, el de ‘El diario de Noah’, aunque más en su papel de Stephen en ‘Los idus de marzo’, porque trabaja cuan hormiguita y solo luce a veces, pero siempre cumple. Su manera de picar al espacio es tan romántica como la forma que tiene Gosling de ver la política… hasta que se estrella con la dura realidad, que, para ‘Billy el Niño’, en Alcorcón, fue su pugna con la defensa.
Aunque han cambiado técnicos y jugadores, de uno y otro bando, el escenario recordó obligatoriamente al último ascenso. Es tierra hostil, palabras que a Steven Spielberg le sonarán a cuerno quemado. No conforme con llevarse los millones, en su separación, Kathryn Bigelow se llevó por delante a ‘Avatar’ en 2009 con la historia de un desactivador de bombas, papel que frente a los de Bordalás encarnó Dani Hernández con oficio y tino.
Falta hizo. No porque el Alcorcón dispusiera de una ingente cantidad de ocasiones claras, sino porque fue lo que se preveía, un equipo intenso, aguerrido, que con un fútbol bien distinto al blanquivioleta acabó dando la vuelta a la tortilla y dominando durante la segunda mitad. El final, por contexto, amenazó convertirse con una cinta de los Coen, de autor, con algún que otro malo, tiros y quizá el fracaso del bueno. Si por este tenemos a Rubi y ‘su’ Pucela, la alarma fue falsa.
En el tramo final de encuentro, Álvaro Rubio entró para colocarse por detrás de Timor y Leão y poner un poco de orden. Su fútbol, en blanco y negro, pausado, recuerda a la calidez que desprende el genial David Strathairn en ‘Good luck, and good night’ y, a la vez, a la madurez del malogrado Philip Seymour Hoffman en la ya citada ‘Los idus de marzo’.
Baste recordar que, como este último en 2005, cuando encarnó a Truman Capote, Rubio recibió un Oscar en forma de Mundial en los albores de su carrera, en el ’99, acompañando en Nigeria a Casillas y a Xavi Hernández. Secundario desde entonces, se le sabe genial, incluso en ese rol.
Volviendo a las últimas películas de Clooney, hay una (más) que apasiona a quien escribe: ‘Up in the air’. En ella, aquel que saltó a la fama como médico de urgencias se pone en la piel de Ryan Binghman, entr otras cosas, un gurú del coaching. En una de sus charlas, apela a la teoría de la mochila vacía –que aquí debemos desechar por motivos obvios–, si bien acierta a destacar algo: «No somos cisnes, somos tiburones».
El Alcorcón era, es y será, para cualquier equipo de la categoría, uno de esos que caen de los tornados –que levante la mano el pobre incauto que sepa de qué hablo–; un animal competitivo que trató de morder al Pucela y que conseguirá arrancar de un mordisco tres puntos a un buen puñado de bañistas. Haber logrado escapar de sus fauces es buena señal, y más en una semana en la que han vuelto a pinchar Osasuna, Zaragoza o Betis.
No abandonamos a Clooney: cuando fue ignorado por ‘Buenas noches y buena suerte’ y galardonado por ‘Syriana’ –premio de consolación–, torció el morro. Prefería la estatuilla como director a llevársela como secundario. Conformarse con menos sería como si Rubi lo hiciera con la dichosa media inglesa o, a la larga, con el play-off; que se puede hacer, aunque el objetivo, el sueño, es tocar el techo a lo grande, como nuestro amigo con ‘Argo’. Y poder hacerse en la Plaza Mayor una foto de celebración (ahora selfie) al más puro estilo Ocean’s.
Pero para eso aún queda. Poseído por el espíritu ‘cholista’, el Real Valladolid ha de ir partido a partido, ganando batallas aquí y allá; conocedor del terreno que pisa y de que si prueba leches como la de Santo Domingo, el máximo galardón, el del ascenso, acabará siendo suyo.