Las dos últimas visitas del Real Valladolid se produjeron con gran afluencia blanquivioleta en las gradas
Foto: RTVE
Esta temporada el Real Valladolid vuelve a jugar en Alcorcón. Pero no será lo mismo. La Federación de Peñas había organizado un viaje para que los aficionados blanquivioletas apoyasen a su equipo en la localidad madrileña. En la tarde del jueves anunció su cancelación, ya que no se llegó a llenar ni un autobús.
Todo lo contrario a los últimos dos desplazamientos que, además, tuvieron lugar en la misma temporada –2011/12– y con solo medio mes entre uno y otro. El primero fue jornada 41, cuando el Pucela se jugaba obtener una plaza para ascender directamente. Pese a ponerse con un cero a dos a favor, el conjunto alfarero terminó empatando. Eso sí, en la grada la goleada fue de escándalo para los vallisoletanos.
Domingo; veintisiete de mayo de 2012. Unos diez autobuses repletos de aficionados del Real Valladolid llegaron a Alcorcón. A ellos había que sumarles los que, por su cuenta, se desplazaron desde la capital del Pisuerga y otras localidades madrileñas. La invasión se hizo presente en los aledaños al Santo Domingo, donde los hosteleros solo veían dinero.
Cervezas por aquí, cánticos del Pucela por allá y a comer para reponer fuerzas. ¿Para qué? Para caminar unos kilómetros hasta llegar al hotel de concentración albivioleta. Riadas de gente inundaban las calles hasta llegar a su destino. Allí la fiesta era total. Los aficionados conquistaron el lugar de descanso de los jugadores, que estaban recibiendo la charla de Djukic antes de ir al estadio.
«¡Ale, ale; ale, Pucela; ale, ale», gritaban los seguidores pucelanos. El apoyo incondicional mostrado puso los pelos de punta a toda la plantilla. Hasta que el último miembro entró en el autobús, nadie se movió de allí. Algunos ya se habían quedado sin voz, y eso que faltaba una hora y media para el partido. Pero no importaba. El objetivo estaba conseguido: transmitir el sentimiento blanquivioleta.
La inyección de moral tuvo su fruto. Nauzet, con dos golazos, puso en ventaja al Real Valladolid que, empujado por el aliento de sus aficionados, logró una jugosa renta. Incluso Álvaro Rubio -lesionado- disfrutó del ambiente entre los aficionados, como uno más. Pero la afonía empezó a hacer mella, al igual que las fuerzas, y el Alcorcón terminó sacando un punto. Esto supuso un jarro de agua templada para lo seguidores albivioletas, ya que no dudaron en continuar animando a su equipo.
Último aliento
No estaba todo perdido. Quedaba el play-off. El destino quiso que ambos conjuntos se volvieran a ver las caras en la eliminatoria final. El ganador conseguiría el ansiado ascenso. La ventaja de finalizar en tercera posición en liga era que el Real Valladolid jugaría siempre el partido de ida fuera y el de vuelta en casa. Así que, otra vez, hubo llamamiento a la afición para que se desplazase hasta Alcorcón.
La fecha era peor que la anterior. El encuentro tuvo lugar un miércoles y hubo mucha gente que no pudo acompañar al equipo. Pero los más valientes -y afortunados- sí que lo hicieron. Nadie del entorno del Real Valladolid quería perderse el partido. Varios jugadores del Promesas -Javi Navas entre ellos- sustituyeron a Álvaro Rubio en la grada. Restaban 180 minutos para regresar a Primera División.
De nuevo, los aficionados se quedaron sin voz. Los cánticos y, sobre todo, el gol de Guerra hicieron que medio centenar de vallisoletanos no pudieran hablar al día siguiente. El ya ex ariete pucelano marcó el tanto de la afición con el corazón para poner en ventaja a su equipo en la eliminatoria. El cero a uno fue celebrado en las gradas como si el Real Valladolid tuviera medio billete de ascenso comprado.
Dos fiestas en quince días en la localidad madrileña que quedarán en el recuerdo de muchos. Lamentablemente, esta temporada no se podrá volver a repetir. El conjunto blanquivioleta no estará tan alentado como en esas dos últimas ocasiones, aunque nunca jugará solo.