El Real Valladolid cayó en la parsimonia del dominio de balón, de la que se desencadenó con un gol que hizo retumbar al Nuevo José Zorrilla
Rubi sigue trabajando para que el sistema de juego sobre el que quiere hacer recaer las vías del ascenso adquiera una armonía que, por lógica temporal, aún no ha conseguido. El Real Valladolid ha sumado su segundo triunfo en tres partidos, ha vuelto a ser el poseedor de la pelota, pero, en especial durante la primera mitad, aquella aceptada ventaja no ha funcionado como tal porque la circulación de pelota ha sido espesa y concentrada, como brebaje indigerible.
Las sensaciones antepuestas de la derrota en Lugo y el partido de Copa del Rey del miércoles invitaron al entrenador catalán del equipo pucelano a introducir varios cambios en su esquema de futbolistas. Mojica, lateral zurdo de recorrido, por un Peña superado en Anxo Carro; Rubio, capitán, en sustitución de Sastre, en el pivote de contención; Óscar Díaz, inagotable fajador en ataque, por Roger; y Javi Varas, guardameta debutante, en lugar de Dani Hernández, concentrado con la Vinotinto.
Desde el primer minuto, el Racing de Santander situó dos líneas de cuatro futbolistas en fase defensiva y dos atacantes para incomodar la salida raseada del Real Valladolid. Nublar las asociaciones en los canales interiores del Valladolid canalizaría el primer punto positivo para los de Paco Fernández. En cierta medida, el primer tiempo en el Nuevo José Zorrilla se ajustó a estos parámetros. ‘Soy el Pucela, juego en casa, tomo la pelota y combino. Me esperas, acechante pero replegado, junto aunque inocuo’. Los verdiblancos no dispusieron de oportunidades manifiestas en el primer tiempo, y su flujo ofensivo se diluía en zona de aceleración, donde la zaga blanquivioleta recuperaba balones que, por otro lado, tampoco conseguían visitar el área de Mario.
El juego, excesivamente determinado por el sosiego del que cree tener todo bajo control, pasaba por la franja ancha, en la que la pareja Rubio y André, en fase de reconocimiento, turnaba posiciones. En principio, el capitán riojano buscaba acompañar a Óscar entre líneas, pero, ante la ineficacia del plan, fue el mediocampista luso quien operó a mayor altura. Así, podía generar ventajas mediante triangulaciones, en todo caso, estériles, pese a los desmarques de apoyo de Óscar Díaz, que propiciaron que los jugadores de segunda línea pudieran recibir de cara.
Una mezcla ilusionante de atributos
La lesión de Jeffren obligó a Rubi a mover el ataque, al que sumó a Roger. Entonces, Díaz se trasladó a la banda derecha, mientras que en la siniestra jugaba Omar Ramos, también activo en el primer tiempo. El extraordinario gol por la escuadra de Óscar Díaz, recién iniciada la segunda mitad, motivó a un Real Valladolid que, hasta la expulsión de Varas, impuso un dominio inapelable, ausente en los 45 minutos precedentes; inexistente en Anxo Carro; tímido contra el Mallorca.
Las ocasiones se sucedían. Roger, más veloz y técnico que los defensores rivales, picaba de manera constante al espacio. Movimientos inteligentes que estiraban el juego ofensivo del Real Valladolid y producían lances peligrosos en los que el delantero valenciano se erigía en protagonista. El frenesí de Roger se contagió a Óscar y Omar, dispuestos a surtirle de pases interiores.
El extremo canario, una vez instalado en banda derecha –durante todo el encuentro se desenvolvía en la contraria– buscó las diagonales interiores y dotó de una combinación vehemente al juego pucelano, que terminó por sentenciar el partido con el tercer gol del choque, el primero de Roger.
La certera colocación en repliegue defensivo de los blanquivioletas, corregida respecto al primer periodo, facilitaba las recuperaciones de balón en la media y transiciones ofensivas rápidas en las que Óscar y Roger partían como ganadores, de salida.
La jugada fortuita del penalti, que dejó al Real Valladolid con diez durante los últimos quince minutos, descubrió la cara más frágil del equipo de Rubi. Aun en inferioridad, emitieron un nerviosismo impropio de un equipo con dos tantos de ventaja y carencia de soluciones para apaciguar el brío del Real Racing Club. Como dice Rubi: «Una vez más, nos pesa un poco ser un equipo favorito». Cuestión de tiempo.