El Real Valladolid plasmó esbozos del ideario de Rubi, pero atravesó fases que los cuestionaron. André Leão se presentó como la extensión del entrenador en el césped

El Real Valladolid arrancó la temporada en Segunda División con el propósito de adaptarse de la manera más pronta y eficaz posible a las ideas que transmite a diario su nuevo entrenador, Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’. El de Vilassar no se esconde en proclamar su querencia por la pelota; por primar un juego de inclinación eminentemente ofensiva.
Como es natural, todo proceso de aprendizaje requiere de un tiempo en el que la prueba y el error se entrecruzan como la cadena del adn humano. Los blanquivioleta depositaron fragmentos del modelo propugnado por Rubi, aunque también sufrieron fases del juego en las que hicieron recordar a los pocos aficionados presentes en el Nuevo José Zorrilla que la perfección, o lo más cercano a ella, nunca se conquista en la primera cita.
Los vallisoletanos formaron con un sistema 1-4-2-3-1 en fase ofensiva –voluble por la altura de Óscar González– en el que el entrenador catalán respetó la defensa, con la salvedad de Javi Chica, de la temporada anterior. Rueda y Valiente –de nuevo con los perfiles cambiados, situación que embarró la fase de iniciación del juego– fueron secundados en el centro del campo por Lluís Sastre y el portugués André Leão.
Los primeros minutos oficiales de la pareja de mediocentros estuvieron marcados por un contexto de inferioridad numérica, ya que Bustos, Vallejo y João les arrebataban el balón y rompían las secuencias de posesiones largas. En respuesta, tal y como explicó Rubi en rueda de prensa, la presión conjunta y alta de Óscar, Jeffren y Roger logró contrarrestar, de manera paulatina, el primer golpe táctico de Valeri Karpin al partido.
La faena defensiva del Real Valladolid, en un repliegue medio-alto comandado por los tres hombres citados, respaldados por Zakarya Bergdich, y los dos volantes centrales (1-4-3-3 en defensa) enjuició el intento de arrobamiento del RCD Mallorca. De hecho, lo aplacó y, desde entonces, Jeffren comenzó a capitalizar el ataque abierto del Real Valladolid por la banda derecha, permitía el vuelo de Leão a zonas de área, además de facilitar que Roger y Óscar influyeran donde se encuentran más confortables. El Real Valladolid no hilaba posesiones extensas ni pesadas, sino que salteaba circulaciones relativamente largas con balones verticales –y, en especial si los servía Leão, peligrosos– hacia el espacio que atacaba Roger y, mediante una permuta muy sagaz, Bergdich.
El carrilero africano abandonaba su carril izquierdo y, como en la temporada anterior hiciera, ocupaba posiciones de nueve. Dos delanteros que obligaban a Agus y Bigas a correr hacia atrás y depositaban dudas en el marcaje. Solo la furia de Pereira en el extremo zurdo ponía en dudas la situación a la que había escalado Real Valladolid después de marcar el primer gol. El atacante francés disputó varios duelos con Javi Chica, pero los bermellones no incomodaron en exceso a Dani Hernández, salvo en varias oportunidades brindadas en la segunda mitad, en un escenario de motivación recuperada al disminuir la ventaja en el marcador.
Cambios no decisivos
Los cambios del Valladolid, en el segundo acto, no resultaron, sin embargo, decisivos para sostener los tres puntos. Primero, Omar sustituyó a Bergdich. El extremo canario no tuvo una especial incidencia en los ataques pucelanos, pese a moverse con la intención de buscar el disparo hacia el carril central. El tanto de Cendrós atemorizó, en cierto modo, a los jugadores blanquivioletas. La reacción de Rubi, en un intervalo del encuentro que no le convencía, pasó por reforzar defensivamente el lateral izquierdo a raíz de la entrada de Johan Mojica por Jeffren. El carrilero caleño, a priori, agregaría intensidad en el marcaje individual y urgiría, más si cabe, las vigilancias en el carril ocupado por el futbolista más veloz de la plantilla.
Omar, en consecuencia, cambió de banda. En la nueva demarcación acentuó su presencia en los pasillos interiores y buscó disparos a portería, aun restando amplitud y, también profundidad en un lado que, desde aquella permuta, estuvo infrautilizado. La última sustitución significó una declaración de intenciones por parte de Rubi hacia Sastre. El mallorquín, previsible cambio natural de Álvaro Rubio, se mantuvo en el campo.
Por el contrario, Óscar González fue el sustituido por el ‘5’ riojano, quien se situó a la altura de André, por detrás de Sastre. El medio, apartado al ostracismo con Juan Ignacio, protagonizó su mejor actuación con el Real Valladolid hace dos temporadas, frente al Rayo Vallecano, entre líneas. La capacidad defensiva, en un sector tan comprometido como el central, podía servir para segar la salida de balón del equipo de Karpin y apaciguar la reacción. En cambio, no fue hasta los diez minutos finales cuando el refuerzo de la medular surtió efecto. Y el Real Valladolid, que había deslizado algunas de sus virtudes entre la novedad, ganó.