La afición del Real Valladolid aguarda expectante el inicio liguero de este sábado; Jorge Martín, también

Se acabó la espera. El descanso futbolístico no ha sido demasiado largo. Incluso los ‘stages’ de pretemporada parecían viajes cortos para visitar a aquellos familiares a los que ves muy de vez en cuando. Muy poco que llevarse a la boca en dos meses. Quizá el hecho de haber descendido ha llevado a muchos pucelanos a intentar desconectar del día a día de su equipo, como buscando olvidar un final antes de sumergirse en un nuevo principio.
Rubi, los que están y los que no
Y el principio gira en torno a Rubi. No es Djukic, tampoco Mendilibar, y eso lo ha notado la campaña de abonados, pero es un entrenador claro, serio, metódico y que convence hablando de fútbol, única y exclusivamente de fútbol. Al igual que el áspero Ray Donovan, quiere controlarlo todo, aunque no siempre podrá. Muchas veces el azar o el transcurso ilógico del propio fútbol harán que el Real Valladolid se salte el guión. Pero, al menos, hay guión.
Óscar regresará a la posición que nunca debió abandonar, esa en la que se siente futbolista y no un elemento extraño. El equipo girará en torno a él, recordándonos que este deporte, a veces, no es tan complicado. Del resto destaca el pasillo central que ha montado Rubi. Jesús Rueda, André Leao, el propio Óscar y Roger parecen inamovibles. Los cuatro se postulan como pilares básicos para una temporada exigente y larga.
Además, y aunque en su momento parecieran malas noticias, las salidas de Mariño, Víctor Pérez y Larsson por asuntos contractuales demasiado extraños han unido al grupo y han evitado futuras marejadas. El que no quiera estar, que se vaya. Y si algún día quieren volver, que sea el Real Valladolid el que decida si merecen seguir vistiendo esa camiseta.
No es una temporada más
Así todo, el pistoletazo de salida, si LFP y RFEF no dicen lo contrario, será el fin de semana. Una temporada más, pero no una temporada más. El Pucela debe sentar las bases de un proyecto y no vivir del día a día olvidando que siempre hay un mañana. Zorrilla no puede ser escenario de cine español, buscando que salga algo bueno entre tanta mediocridad. Hay que apostar por un estilo, consolidarlo y darle continuidad. Hubo dos intentos con buena pinta -Mendilibar y Djukic-, aunque terminaron demasiado pronto, como la ilusión del que se compra la Lotería de Navidad y acaba mirando el resultado a las tres y media sabiendo que ese año tampoco toca.
Carlos Suárez será más observado que nunca. Ha hecho un gran trabajo en verano, pero tendrá que seguir haciéndolo, sin renunciar a sus propios ideales, si quiere recoger frutos y no sólo ratos pasionales con la chica de la discoteca que se convierte en polvo de una noche cuando pensabas que era el amor de tu vida. Él es dueño de nuestras ilusiones. Es capitán de un barco que, pese a chocar con varios icebergs, sigue en pie, con Di Caprio pensando que ganar aquella partida de cartas sí tendrá un final feliz.