Alberto Rodríguez, uno de los puntales del Promesas en las últimas temporadas, repasa sus catorce años en el Real Valladolid

El brazalete, con ese escudo del Real Valladolid que ha defendido desde que llegó a la cantera del conjunto pucelano en la temporada 2000/01, ha sido un fiel compañero que le ha visto escalar año tras año. Salvo en el primer año de cadete, los dos primeros de juvenil y los dos primeros en el filial, Alberto Rodríguez ha sido siempre capitán del equipo vallisoletano, así como en las selecciones de Valladolid sub 12, 15 y 17; y también en los combinados de Castilla y León sub 14 y 16.
El mediocentro del Promesas, conocido en Los Anexos como ‘Peli’, plasmó a principios de este verano su firma sobre un nuevo contrato que le une a la entidad hasta junio de 2015. Una temporada más en el club que le ha visto crecer futbolísticamente desde su llegada en el estreno del nuevo siglo. Aquella temporada, en el Benjamín B, debutó a las órdenes de Julio y Juanma, compitiendo por vez primera contra otros equipos y con la desventaja de ser el conjunto más joven de la categoría, al ser sus propios compañeros de primer año. «Nos costó arrancar, pero hicimos un buen año», recuerda.
El cambio de entrenadores, unido al cambio de categoría, propició el salto de resultados. Con Nacho y Rober ‘Micro’, ganó la liga a falta de varias jornadas, además del campeonato de Castilla y León, tras vencer en la final al campeón de Palencia. Durante la 2002/03, Pedro Coria condujo al Alevín B al título también antes de tiempo, desarrollando el «mejor fútbol –todavía 7–» que el jugador había realizado. «Ese año jugué, además de mediocentro, en la banda izquierda», explica.
Peli encadenó su tercer trofeo liguero consecutivo con José y Quique en los banquillos del Alevín A y el segundo campeonato de Castilla y León por equipos, en una campaña en la que le comenzaron a probar en la posición de delantero, aunque seguía repartiendo balones en el centro del campo y en ambas bandas.
El salto al fútbol 11 se dio de la mano de Félix Toral y Fernando Gordillo, donde pasó a jugar de delantero contra futbolistas de mayor edad. «Acabamos segundos, pero aprendimos a jugar en los campos en los que competimos actualmente», recuerda con nostalgia.
Al llegar al Infantil A, Toral y Gordillo le guiaron de nuevo en su andadura, esta vez por la Liga Autonómica, en la que el Real Valladolid consiguió la primera posición. «Era la primera vez que teníamos que viajar en autobús cuando competíamos fuera de casa y nos sirvió para acercarnos un poco mas a lo que es el fútbol profesional», prosigue el jugador del Promesas.

Durante la temporada 2006/07, desde arriba decidieron que Peli estaría a caballo entre los dos equipos de edad cadete. Aunque al final su sitio estuvo más arriba, en el Cadete A, en el que hizo más de quince goles, mientras que en los tres partidos disputados con el B anotó tres dianas. El míster Juan Carlos Pereira, que ha sido «el mejor» que ha tenido, le colocó en la posición de volante izquierdo. «Era la primera vez que jugaba en esa posición en fútbol 11; guardo un buen recuerdo», declara de un curso en el que se hicieron con el título liguero a falta de ocho jornadas.
Un viejo conocido, Pedro Coria, volvió a aparecer en su segundo año en el Cadete A, en el que quedaron segundos y jugó de segundo delantero o en la banda derecha. «Alternaba partidos y entrenamientos con el Juvenil B con el que jugué alguna vez», puntualiza.
El cambio más grande, a nivel físico, se produjo hacia juveniles, al inicio de la campaña 2008/09, con Mariano como técnico, en la que actuó tanto de mediapunta como en la banda izquierda. «Jugábamos contra gente dos años mayor que nosotros, que llevaba tiempo jugando en la categoría juvenil», dice Peli, que sumaba minutos en el Liga Nacional y comenzó a realizar entrenamientos con el División de Honor.
Si ya había comenzado a alternar categorías, durante el siguiente año disputó partidos tanto con el División de Honor como el Juvenil B, con Julio Velázquez y Balta como entrenadores, un curso en el que «no estaba muy centrado en el fútbol», reconoce. Cumplida la década vistiendo la elástica blanquivioleta, con Pereira y David –en el Juvenil DH, donde se quedaron a un punto de disputar Copa del Rey-,- volvió a jugar de volante, marcándose un gran año que le valió para subir al filial en los últimos estertores de la competición.
Real Valladolid Promesas

Javier Torres Gómez, acompañado del mismo cuerpo técnico de las siguientes temporadas, le dio la bienvenida al filial. Pero Alberto Rodríguez también le daba la bienvenida a su primer año de carrera, una ingeniería química que le impidió rendir al 100%. «Solo jugué en la banda derecha, no estaba a gusto en esa posición», reconoce el centrocampista, que no consiguió centrarse «ni en una cosa ni en la otra». «Andaba con prisas porque nada más salir de entrenar tenía que comer rápido para poder llegar a clase, y a los laboratorios no podía asistir porque coincidían con las sesiones de entrenamiento de la mañana», comenta.
Uno y no más. Al año siguiente, tomó la decisión de no matricularse en ninguna asignatura para centrarse exclusivamente en el fútbol. Las cosas empezaron a salir, si bien empezó jugando en la banda y acabó –por pura casualidad- de mediocentro, debido a que un compañero llegó tarde a un partido. «Jugábamos contra el Burgos, que iba líder y acabó ascendiendo, y tuve que ocupar su posición», recuerda la anécdota que al cumplir con creces y rendir a un nivel muy alto, le ha hecho quedarse en esa misma posición. La temporada, a nivel colectivo, no finalizó de la misma manera, los resultados no se dieron y acabaron fuera de las posiciones de play-off. Sin embargo, a nivel personal, ya se encontraba entre los cinco jugadores que más minutos había disputado.
Un año más tarde iba a suceder todo lo contrario, al lograr el ascenso por el que tanto lucharon. No fue nada fácil, a pesar de que echando la vista atrás, fue –tal y como reconoce– su mejor temporada con el filial. Los inicios fueron inmejorables, debutó con el primer equipo en el Trofeo Ciudad de Valladolid, aunque se terminaría perdiendo contra el Valencia, además de sumarse a los entrenamientos a las órdenes de Juan Ignacio Martínez durante la primera vuelta. Aunque «cuando los resultados del primer equipo dejaron de acompañar, dejamos de subir jugadores del filial», apunta el canterano.
Con el filial, el arranque fue imparable, llegando a acumular una ventaja de doce puntos respecto al segundo. Pero fue un año –como los anteriores– difícil. Los impagos llegaron, los compañeros dejaron de centrarse solamente en el fútbol y el equipo no conseguía dar el 100%, especialmente, en los partidos fuera de casa. «Yo era uno de los capitanes; junto a Fran No y Amaro intentaba lidiar con una situación en la que no se podía exigir nada a los compañeros», expone.

A falta de cinco jornadas para el final del campeonato liguero, el club les ingresó una nómina, tras haber estado cinco meses sin cobrar. Una lección impagable de unos jugadores que hicieron pleno de victorias y tenían marcado como objetivo claro el ascenso. «Somos de Segunda B porque contra el Somozas pensamos solo en fútbol», recuerda con orgullo, tras volver a ser uno de los jugadores con más minutos acumulados y una de las referencias para el Promesas.
Una temporada más, el mediocentro, nacido en Barcelona y para vestir la camiseta del Real Valladolid, otra vez como capitán, vivirá otra vez una etapa ilusionante, con Rubén de la Barrera como técnico que guiará la nave del filial en la categoría de bronce. Cerca, muy cerca, el Nuevo José Zorrilla, donde espera jugar y por el que rechazó otras opciones. «Espero acabar de explotar y dar el salto al primer nivel». Por ganas, como hasta ahora, no será.