Caben muchas reflexiones dentro de un verano de pretemporada, y esta es solo un vértice de un tema tan recurrente como el número de abonados del Real Valladolid
No, no voy a decir que quien no lo sea no es del Pucela. Conozco tantos casos de diferentes circunstancias que el opinar eso se convertiría en un salto al paracaídas sin precipicio. Más bien voy a decir que, aun no siendo lo mejor eso de ser pocos a estas alturas, tampoco es lo peor. Casi no es malo, casi hasta tiene sus cosas buenas.
Bueno, en realidad, da igual como lo vea, porque seguro que hay gente que merecer estar entre esos siete mil y pico. Mucha se seguirá sumando, pero es evidente que hay mucha otra que no lo ha hecho y no lo hará. Sus razones, mayores que las propias que me han llevado a seguir renovando goles. Para esos siete mil y pico, los que falten por sumarse, los que lo hicieron y a día de hoy no han podido y, sobre todo, para los que lo tengan que hacer en un futuro, aquí están estas letras:
Que queden los míos
los nuestros.
Los que tú y yo ya sabemos.
Aquellos que
por no doblegarse, año a año,
esculpen melodías en nuestros oídos.
No hace falta nadie más.
Que solo quien esté
(también cuando se apagan las luces),
debe estar conmigo.
Contigo.
Con nosotros.
Los hay que estando menos,
llevan la raíz más adentro.
Y otros que de tanto tiempo
no encuentran ya semilla
que poco a poco
les haga brotar nada más.
Solo sus colores.
Los tuyos, los míos, los nuestros.
Y unas voces que se juntan
al alba de cada grito,
que, tarde o temprano,
levantan pasiones en casa.
En tu casa, en la mía, en la nuestra.
Esa que mejor sola
que mal acompañada.
Esa que viste blanco y violeta,
y a la que, por suerte,
le sientan mejor las calvas.