El ridículo en el Benito Villamarín deja al Real Valladolid contra las cuerdas por sus propios deméritos, pero vivo gracias a injusticias
Si ganamos al Granada y Osasuna o Getafe pinchan, estaremos en Primera División. Esta frase es tan cierta como injusta. El fútbol, en un domingo once de mayo de 2014, ha vuelto a demostrar a la ciudad de Valladolid lo injusto que es. Su cara más terrible, cruda, podrida.
La primera injusticia que deriva de esta penúltima jornada del campeonato liguero es que el Real Valladolid pueda seguir optando a permanecer en la élite del fútbol español. Servidor, sin embargo, se alegra de esta injusticia que viene propiciada por el ‘mal de muchos, consuelo de tontos’.
No seremos muy inteligentes si festejamos la posibilidad de salvación merced a que ha habido otros ¡incapaces’ parecidos a nosotros en esta Liga. Incapaces de amarrar un resultado no en una ocasión, ni en dos, sino por tres veces. Tantas veces como Pedro negó a Jesucristo, el Real Valladolid hizo que el Real Betis igualara el tanteo para, finalmente, darnos un sopapo bien merecido.
También fuimos unos ‘incapaces’ ante la puerta de Adán, pese a meter tres goles, viendo Javi Guerra meta, nuevamente, con un doblete. De lo anteriormente expuesto, del hat-trick de Pedro ante Jesucristo, y de estar negado de cara a puerta, sabe bien Osorio. El héroe frente al Real Madrid fue la cara más visible del desatino ante el miedo a permanecer en Primera División.
No personalizo en el cafetero, ello sería tan injusto como el viaje que ha servido el equipo de Juan Ignacio Martínez a los aficionados blanquivioletas desplazados hasta Sevilla. Desde Valladolid no se llora porque sería un acto muy egoísta con respecto a los valientes que llevaron tanta ilusión a la capital hispalense como rabia traen en su vuelta. Las lágrimas, para ellos, para que puedan dormir desahogados.
El hablar de la defensa se lo cedo a quien tenga fuerzas para hacerlo. No voy a contar cuántas veces hemos encajado fuera de casa cuatro goles, pero son muchas. Lo más terrible es que lo hemos hecho ante rivales que por puntuación son tan flojos, o más, que nosotros. Sirvan los ejemplos de Granada o este mismo en Sevilla.
Vivir para ver. Encajar cuatro goles frente a un ya descendido, perdiendo el partido tras haberte puesto por delante en tres ocasiones. Se resumen tan fácilmente todos los minutos de un partido para olvidar, que uno piensa que esto solo puede ser una pesadilla. No es así, esta es la realidad.
Tan real la cruz de la penúltima jornada como la posible cara de la postrera. Mientras haya vida, habrá esperanza. Aunque el corazón solo bombee gracias a una máquina llamada afición y a injusticias de la vida. Ya que nos ponemos a desequilibrar balanzas, partamos los pesos frente al Granada. La vida no está hecha para contar injusticias.