Manucho se convierte en la pieza clave de la victoria vallisoletana ante la Unión Deportiva Almería
Mateus Alberto Contreiras Gonçalves, como quien no quiere la cosa. Es anecdótico, al menos, que sea él quien parezca destinado a asumir la responsabilidad de la permanencia y del juego pucelanos, o al menos una parte de ello.
Desde aquí ya hemos hablado de la gran paradoja que es este jugador. De apartado del equipo a pieza clave del mismo; de repudiado por la grada a ser uno de los jugadores que mayor simpatía despierta en el respetable. La cuestión en sí ya no admite dudas. Si estás con el Real Valladolid, estás con él. Si crees, tu fe debe dirigirse al ‘Dios de ébano’.
Basados en lo futbolístico, su aportación es innegable. La dupla con Guerra en punta funciona. Funciona hasta el punto de que el propio Manucho ha asegurado que se siente cómodo jugando con el malacitano. Es el fin de la pugna entre ‘guerristas’ y ‘manuchistas’.
En lo táctico, divide a las defensas, ya que un central, como mínimo, debe estar pendiente de él, o al menos a su lado, para en la mayoría de ocasiones perder el duelo aéreo con el angoleño. Además, si el Real Valladolid se planta valiente y Juan Ignacio Martínez así lo decide, él es el primero en acudir a la presión. Se habla muy fácilmente de que él solo corre. Habría que preguntarle a Busquets, por ejemplo. Servidor les asegura que una de las cosas más complejas que hay en el fútbol es saber hacia dónde correr. Manucho, en ese sentido, sabe hacerlo.
Por otro lado se encuentra el tema del gol, el acierto de cara a portería. Manucho no es un goleador, porque si lo fuera, con sus condiciones, no estaría aquí. Aun así, sus fallos están propiciados por tener la ocasión de poder fallar. Sirva como ejemplo de esto mismo el choque con Esteban en la primera parte. Decide intentar superar al portero almeriense en vez de tirar de primeras. Puede equivocarse, pero sin la fe necesaria para correr y disputar ese balón, no se hubiera dado la ocasión de acertar o de fallar. Manucho cree.
En él debemos creer nosotros, al igual que en el Real Valladolid. Para esta finalísima ante el Almería hemos creído, y el equipo ha sabido devolvernos esa fe con un gran partido, en el que la «palanca negra» destacó sobremanera. La fe necesita deidades.
El Detalle del partido ante el Rayo Vallecano hablaba de dos dioses: Alberto Bueno, por parte del Rayo Vallecano, y un desafortunado Óscar González, por parte blanquivioleta. Sin olvidar a este último, ni al resto, propongo un Dios diferente para seguir creyendo: lo llaman Manucho, y por sus actos le conoceréis. Él es ‘El Dios de ébano’.