¡Carles, dulce compañía, no nos desampares ni de noche ni de día!
«El meu àngel de la guarda», decía Gerard Piqué el pasado martes. Quizás, esta expresión sea demasiado posesiva, y seguro estoy de no ser el único en preguntarse, con una carga irónica evidente: ¿solo el suyo?
Piqué, el rubiosucio de Camp Barça, se adueñó de algo tan nuestro para quienes hemos crecido con Carles Puyol como el propio aura protector del central ilerdense. Yo, y pese a ser un bisoño post púber, no recuerdo el fútbol, al menos consumido de forma abrupta, sin Puyol.
De pequeño, y hago constar en acta que no crecí demasiado después de aquello, me gustaba Zidane y era de Puyol (jugadores blanquivioleta y Palermo aparte) así que, por bemoles, mi número era el cinco. Uno, Zizou, era la elegancia plástica y técnica en persona, la finura hecha futbolista; el otro, ‘El Tiburón’, se asemejaba a lo que sería un corazón jugando sobre el terreno de juego. La pierna, la cabeza y el pómulo en cada jugada, lo salvaje, la fuerza de la naturaleza.
¿Civilización frente a barbarie? Nada más lejos de la realidad. El postín francés se autorretrató en el pecho de Materazzi y luego se retiró, en cambio, Puyol, a día de hoy, no hace más que dar lecciones de cómo debería ser cualquier profesional en el corrompido mundo del fútbol. No es un capitán, es EL CAPITÁN.
Volviendo al tema de la carta de Piqué, con envidia debo decir que tiene que ser un privilegio colosal el poder dedicar una carta así a un compañero, a un compañero que te hizo el mejor del mundo cuando en realidad él lo seguía siendo, y que, conforme ha ido desapareciendo, tú te has ido disolviendo como un azucarillo. Les aseguro que no es la rabia, sino la envidia la que motiva estas palabras, y que, a fin de cuentas, que a Piqué le vaya bonito.
El bueno de Gerard habla en su carta, abierta, por lo que intuimos, de cosas que nosotros jamás entenderemos, como pueden ser los consejos, charlas o broncas del eterno capitán. Una bronca de Puyol hay que saberla encarar, y creo que es de esas cosas que por muy bien que te las cuenten, hay que vivirlas. Sin sentirlas no es lo mismo.
Yo, como aficionado, y como verdadero adulador de Carles Puyol, no le recordaré una bronca. Prefiero verlo con la máscara, levantando ‘orejonas’, marcando al Real Madrid, o mejor aún, a Alemania en las semifinales de un Mundial, o también quitando la tontería del cuerpo a Dani Alves y Thiago en mitad de un irrisorio (para ellos) baile.
Eso, y todo lo que se te ocurra que debió, debe y deberá hacer un capitán es lo que ha hecho Carles Puyol en su vida deportiva con el FC. Barcelona. Siendo muy bueno, siendo cojonudamente bueno, no igualará a otros en aptitudes, pero entre Messi o Puyol, que no me den a elegir. Siempre con el capitán al igual que el capitán siempre estará contigo; siempre con el ángel de la guarda, que él siempre estará contigo.