El Real Valladolid vuelve a empatar tras desperdiciar una buena ocasión de sumar una victoria que estuvo en las botas de Óscar y Guerra

Casi, por undécima vez. Dicen que los “casis” son los lloros de los perdedores, de los segundones, tan segundones como mostraron ser el Málaga y el Real Valladolid en La Rosaleda. Tan segundones, que por momentos pareció verse un partido de la Liga Adelante.
Tan devaluada se encuentra nuestra Liga, tan depreciados estos dos equipos, que Duda con 33 años y Álvaro Rubio con 34 primaveras son los dos faros de Alejandría sin los cuales sus respectivos no sabrían orientarse por esta mundana Primera División. Jugadores de un perfil no tan elevado en otros tiempos, pero que ahora son fundamentales.
Fue el primero, el portugués Duda, quien con su excelso golpeo de balón sirvió a Roque Santa Cruz el primer tanto del encuentro tras el saque de esquina. Mal parecía pintar para el Real Valladolid el partido por una acción tan esperable como un buen centro de Duda y un potente remate del fornido paraguayo. A partir de entonces, fue nuestro armario de ébano quien se encargó del nueve contrario en las jugadas a balón parado.
Nosotros quisimos seguir jugando con fuego dando oportunidad a que el Málaga, mediante saques de esquina y faltas a favor, resolviera el encuentro, pero a Rukavina, en un alarde de originalidad futbolística, se le ocurrió centrar, y la fortuna hizo el resto para que Larsson anotara su tercer tanto en la presente campaña. Uno a uno con 45 minutos por disputarse y con la sensación de tener una buena oportunidad para llevarse los tres puntos.
La segunda parte fue la pérdida por parte del Real Valladolid de la ocasión de salir de los puestos de descenso. La “chance” fue desperdiciada de dos maneras diferentes. La primera consistió en regalar el segundo tiempo, en el que el conjunto de Juan Ignacio Martínez no supo imprimir la velocidad o tono que sí ejecutó en el final del primer tramo. Parece ser que solo corremos cuando nos espolean, y como ejemplo sirvan las incontables remontadas que hemos venido practicando en casa.
El segundo desperdicio contiene dos momentos: uno, el del remate de Óscar al larguero, y otro, el remate de Javi Guerra y parada de Willy Caballero cuando el partido expiraba. Las dos oportunidades fueron tan claras como ejemplificantes de lo que el partido para el Real Valladolid había sido: otra oportunidad marrada, una nueva ocasión en Málaga.