El extremo canario protagonizó otro partido nada acertado, además de sufrir numerosos resbalones durante el transcurso del mismo

Fue Omar Ramos el único traspaso por el que se pagó algo en el mercado veraniego. A nadie le pareció desacertada tal operación tras la aceptable temporada del extremo tinerfeño, la primera a orillas del Pisuerga. La cuestión ahora parece tornarse hacia algo mucho más dubitativo. Se firmó al jugador por tres años, y a mediados del primero en pertenencia absoluta, el mundo del Real Valladolid parece haberse cansado ya de él.
El partido de ayer de Omar Ramos, desde una perspectiva totalmente objetiva, es uno de los peores que se han podido ver a un jugador blanquivioleta en esta temporada, y no es que no abunden los ejemplos de malas actuaciones, por desgracia.
Los saques de esquina que el canario efectuó no conllevaron peligro ninguno, y entre él y Víctor Pérez desquiciaron no solo a la grada, con sus planos y blandos balones enviados al área desde el córner, sino también a sus propios compañeros, quienes mostraron su desesperación por no tener opción alguna de remate.
Nuestro protagonista no solo dio muestras de desacierto total en las acciones acaecidas cerca de la raya, con un juego intermitente como siempre y falto de profundidad como nunca, sino que también fue capaz de hacer efectiva a la defensa del Real Betis en las inmediaciones del área. La jugada en la que choca con uno de los centrales béticos, cuando tenía todo a favor para buscar el balón y golpear a puerta, y no para buscar el penalti, fue el ejemplo más claro de que las cosas no carburan en Omar, o al menos, sus piernas.
Todo esto hubiera sido mera anécdota, incapaz, al igual que Omar, de aparecer tan siquiera en un mero detalle. Pero ayer, el propósito del canario pareció ser el de erigirse protagonista del encuentro, trending topic de la afición y del periodismo vallisoletano. Omar lo consiguió, aunque de manera bien diferente a como le hubiera gustado. Si al simple hecho de otro mal partido del extremo blanquivioleta le sumamos sus continuos resbalones, caídas y tropiezos, obtenemos un coctel explosivo. Carne de cañón.
¿Demasiado castigo para un único jugador? ¿Es Omar Ramos el muro de las lamentaciones de toda una ciudad por el pésimo estado de un equipo entero? No; un no rotundo. Todo lo bueno que el jugador canario nos mostró el año pasado ha desaparecido. Lo que se le presuponía tras conseguir un contrato con un equipo de Primera División con el que había cuajado una satisfactoria campaña, tampoco ha aparecido. Quizás sea hora de preguntarse si nos hemos equivocado con Omar tanto como él con su elección de botas y tacos en el partido de ayer.