Jornada de luto, reflexión y llanto en Valladolid. Un treinta de noviembre para olvidar.
Se encapota el cielo con residuos de azulejos
sobre la ciudad del Pisuerga, pronto, ciudad de la niebla.
Niebla, que recoge y parte el alma
y que por no perder la costumbre
ante su inquina sucumbe.
Existen efemérides en la historia del deporte vallisoletano que serán recordadas, por positivas e inauditas, durante años. A bote pronto, y quizá por su cercanía, se me ocurre citar el treinta de septiembre del año pasado, un día que tuvo que ser más celebrado, quizás por irrepetible.
Aquel día, el por entonces Blancos de Rueda Valladolid derrotaba al todopoderoso Barça Regal en el Palau por 71 a 78. La hazaña figura en el cuadro de honor del deporte vallisoletano no solo por el hecho en sí, bastante significativo, sino por todas las circunstancias que le rodearon. Aquel día se supo ganar contando con los dedos de una mano los entrenamientos de un equipo candidato al descenso desde el minuto uno. No fue así, y durante toda la temporada, el Blancos de Rueda Valladolid, capitaneado por Roberto González y el jugador con mejor valoración de la liga, Nacho Martín -vallisoletano, además-, supo siempre enderezar el rumbo de una manera milagrosa.
El mencionado treinta de septiembre contuvo otro hito para el recuerdo. El Real Valladolid goleaba por seis a uno al Rayo Vallecano de Paco Jémez. Fue Manucho, quizás, el mayor detonante de aquella victoria, y compartió los elogios de toda una ciudad con el otro gigante de la misma, Nedzad Sinanovic, MVP de aquella jornada en ACB, al igual que lo fue el angoleño de la Liga BBVA.
Lejos, exageradamente lejos, queda esa fecha teniendo en cuenta que apenas ha transcurrido un año y un dos meses desde entonces. Hoy nuestros gigantes no son capaces de aportar más de un cuarto de hora de juego a sus equipos, ya sea por su propia inactividad o por decisiones técnicas. Curiosa resulta su exigua participación cuando unos se mueren de hambre bajo la pintura, sin un rebote que llevarse a la boca, y otros hace tiempo que perdieron el juego por abajo. Sea como fuere los dos equipos se empiezan a lacerar en el descenso.
Sí, la fecha del treinta de noviembre, justo un año y dos meses después de aquella dorada jornada, será recordada por infausta. El CB Valladolid patina de nuevo en casa frente a Bilbao Basket –quien contaba con las mismas victorias que los morados hasta ayer-, el Real Valladolid continúa resbalándose por la Primera División (esta vez ante un Real Madrid que no tuvo resistencia) y el BM Valladolid se da una torta de impresión en casa frente al Cuenca, cayendo derrotado por 22-25 tras llegar al descanso con cuatro goles de ventaja.
Ahora es el momento de la reflexión, del lloro y del ánimo. La primera viene para saber por qué a día de hoy el deporte vallisoletano más puntero se encuentra al borde del precipicio. Los lamentos son necesarios, echando la vista atrás y observando cómo no disfrutamos debidamente de aquello que se nos había brindado por estar inmersos en absurdas divagaciones. El ánimo… el suficiente para dar a nuestros equipos un empujón de sostenibilidad, para que dejen de tropezar en sus caminos y devuelvan al aficionado todo lo que este les ha dado durante tantos años.