El Real Valladolid levantó ante la Real Sociedad el segundo marcador adverso de la temporada, de nuevo, en su feudo.
Conocíamos en el argot baloncestístico nacional el denominado ‘Efecto Miribilla’, un síndrome patógeno que sufrían los equipos que visitaban la cancha del Bizkaia Bilbao Basket, y que hacía que estos se amedrentaran de tal manera que no era difícil que el conjunto vasco amarrara la victoria en casa. Pues bien, aun con diferencias, algo parecido está ocurriendo en el feudo vallisoletano del balompié, ha comenzado el ‘Efecto Zorrilla’.
Tanto el Sevilla CF como la Real Sociedad han dilapidado una sustanciosa ventaja de dos goles a favor en los últimos minutos de partido en Zorrilla en sus enfrentamientos con el Real Valladolid. Bien es cierto que buscando factores comunes, o que al menos hayan propiciado estas dos situaciones, encontramos una diferencia sustancial con respecto al ya citado ‘Efecto Miribilla’. Y es que aquí quizá no sea tan decisivo el factor afición, o al menos la presión global de esta sobre el contrario.
Minuto setenta y muchos, el Pucela juega en casa. La temperatura ambiental se muestra igual de gélida que una afición que ve cómo su equipo languidece con cada acción. Nada parece positivo, todo se vuelve gris, pero queda la esperanza, que es lo último que se pierde. Bueno, eso y un partido en Zorrilla con cero a dos en el marcador. Entonces, comienza el ‘Efecto Zorrilla’. ¿Y qué es este efecto? No creo que nadie pueda llegar a entenderlo, ni a vislumbrarlo, pero cuando este comienza, el Real Valladolid se convierte en un equipo excelso, superior, en algo que no entraba en los planes.
Puede ser el frío que hiele las articulaciones del contrario, o que este equipo sea realmente un portento en lo físico, y acabe encerrando a sus rivales. No habría que desdeñar tampoco el conservadurismo lógico de los entrenadores rivales o el pundonor mostrado por los hombres de Juan Ignacio Martínez. Sea como fuere, algo sucede, aunque pueda parecer que no sucede nada.
En el partido contra el Sevilla, podemos ligar el ‘Efecto Zorrilla’ a las variantes que introduce Juan Ignacio Martínez. Sin ir más lejos, la entrada de Manucho no solo supone el alinear a dos puntas, sino que también produce el primer gol. En cambio, en el partido frente a la Real Sociedad, son Larsson y Guerra (el primero no solo por el gol, sino por su colosal encuentro) los que cogen la sartén por el mango y dan la vuelta a la tortilla.
Y esos ya estaban en el campo. Además, la Real no se mostró tan endeble como podía haberse mostrado el Sevilla. Eso sí, en los dos partidos hubo tres minutos de diferencia entre los goles locales. Tres, el número de la suerte… ¿algo más que añadir?
De cualquier manera, el éxtasis colectivo, la catarsis final, pudo ser apoteósica si Patrick Ebert y Claudio Bravo no llegan a enlazar destinos. El gol, de haberse producido, podría haber culminado la locura colectiva que desarrolla últimamente el Real Valladolid en casa cuando se activa el ‘Efecto Zorrilla’.