Un voluntarioso Real Valladolid cae en el Camp Nou fruto de las individualidades culés, después de ponerse por delante gracias al gol de Javi Guerra.
Probablemente no haya una sola crónica del partido entre Fútbol Club Barcelona y Real Valladolid que no caiga en el topicazo de que los de Juan Ignacio duraron una sola parte a los de Martino. Y es lógico. No cabe otra lectura. Los blanquivioletas compitieron y cuajaron un buen encuentro, empañado por la goleada recibida al final, forjada en una segunda mitad en la que los azulgrana mostraron una de sus mejores versiones.
No es que necesitasen mucho, tampoco, bien es verdad. En la primera mitad se encontraron con un Pucela batallador, que plantó cara e incluso se puso por delante, con un tanto de Javi Guerra a los diez minutos, pero conforme avanzó el reloj no solo dieron la vuelta al marcador, sino que terminaron siendo netamente superiores, gracias a un mágico Xavi, al fantasista Neymar y a un efectivo Alexis Sánchez.
Lejos de salir derrotados, como quizá cabía esperar –y cabe con muchos equipos-, tal y como su técnico había pedido en la previa, el Real Valladolid trató de ser fiel a su estilo. Estorbó cuanto pudo la salida de balón barcelonista, ensuciándola, y buscó hacer daño cuando lo recuperaba, jugando con velocidad y con tiento. Así, sin llegar a crear excesivo peligro, al menos sí inquietaron la meta del Valdés, al margen del tanto, que llegó a la salida de un córner.
La cuestión es que no era día para revueltas. Así lo decidieron los tres jugadores antes citados. Alexis, el primero en dar el golpe sobre la mesa, dio forma a la metáfora con un disparo lejano fuerte, bien pegado, de abajo a arriba, ante el que Diego Mariño nada pudo hacer, apenas cuatro minutos después de que la saltara la momentánea sorpresa.
Hasta el descanso, el partido fue un continuo vaivén, entretenido y de una ida y vuelta relativa, pues el Fútbol Club Barcelona dispuso de más ocasiones para dar la vuelta al partido que el Pucela para volver a adelantarse. No meridianas, pero en fin… El mejor fútbol, aunque sin llegar a exhibirse, llegó en el segundo periodo.
Entonces, los de ‘El Tata’ Martino encerraron a sus rivales en su campo con ese híbrido futbolístico que camina firme, en el que aúnan el fútbol de combinación al primer toque con la velocidad en tres cuartos. Y no es para menos, porque la horizontalidad, esa que hizo grande al Barça de Pep, funcionaba bien con otro tipo de delantero diferente a Neymar y Alexis.
Henry o Eto’o eran veloces, potentes, pero basaban su fortaleza en la arrancada. El brasileño y el chileno tienen como uno de sus puntos fuertes la capacidad de sorprender al espacio, al riñón del rival, ese pasillo entre el central y el lateral que explotan hasta hacerlo desangrar. Y si a ello se le suma que Neymar es un genio uno saca como resultado el gol de Xavi, propiciado por una invención del Junior y un buen movimiento hacia un costado del ‘Niño Maravilla’.
En el tercero participaron de nuevo los tres. Fausto Rossi perdió en la media un balón fatal, que cayó a los pies de Xavi Hernández. Este, que siempre ha tirado de escuadra y cartabón como pocos, vio a Ney, siempre móvil, hasta ese instante en que decidió contemporizar para aguardar al de Tocopilla. Y, si el tanto del empate sirvió para ejemplificar cómo es el juego de los dos puntas, el de la normalidad dio validez al matiz de El Tata a partir de Xavi, más cómodo como metrónomo que como percutidor.
El juego expuesto por el Barcelona de Tito Vilanova exigía al vallesano a correr a la misma velocidad que el balón; alta. Aquí es el esférico el que corre mientras él llega a su ritmo. Aparece más que llega, y no está, porque para llegar y estar ya está Cesc. Es partícipe y responsable, pero no integrante y culpable. Y así se le vio en el gol que cerró el marcador, en el que un genial pase de exterior, de espaldas, encontró de nuevo en Alexis al rey del espacio, quien, a su vez, topó dentro con el capoeirista Neymar.
Total, que como quien no quiere la cosa, el Barcelona dio un nuevo golpe de mano a una Liga a la que le queda un mundo, pero en la que es suficiente con poco. Fue mucho Barça sin verse sobreexigido, gracias a que la sublimación del fútbol visto años ha está, sino en camino, ya instaurada. Quizá no tanto por belleza, pues dicen algunos que no es igual este juego que el de posesión, pero sí por concepto. Si en defensa siguen sólidos y en adelante continúan mostrando con acierto las dos velocidades que ante el Real Valladolid se vio, será difícil que otro cante el alirón.
Volviendo al Real Valladolid, tal y como se preveía, llega al parón con los seis puntos que tenía. Como decíamos ayer, no es un drama, aunque los rivales por huir de la quema empiezan a sumar, algo que habrá que hacer a la vuelta ante el Sevilla para respirar. Por el momento, no hay suspiros ni jadeos, debido a que las sensaciones siguen siendo, aunque mejorables, buenas.