La derrota ante el FC Barcelona fue la del corazón ante la razón, la del silencio por el engaño.
Cantaba Amaia Montero cuando todavía era la voz de La oreja de Van Gogh algo parecido a «me callo porque ha ganado la razón al corazón», aunque de haberse impuesto el corazón a la razón, habría más motivo para dejarnos sin palabras. En el partido frente al FC Barcelona pasó lo que tenía que pasar, por mucho que quisiéramos que así no ocurriera.
Es cierto aquello de que según oscurecía el día, más ilusión y confianza generaba el Real Valladolid en arañar algo positivo en su visita a Barcelona, pero puesto que esto no responde absolutamente a nada racional, ya que no se lesionó media plantilla blaugrana en el calentamiento, por ejemplo, sino que más bien es la pulsión propia de un corazón que siempre desea un fluido recorrido arterial para su equipo, estaba claro que al final acabaríamos resignados, como siempre.
O no tan claro. El gol de Javi Guerra hizo que se nos hinchara el pecho para poder albergar un corazón que por momentos se nos salía del mismo. En ese momento, los escépticos tornaron sus posiciones a algo parecido a un «vamos a ver». Por supuesto que todo aquel que ya se había auto convencido de la posible machada horas antes, era el primero en enarbolar la bandera del «yo ya lo dije». Pero nada más lejos de la realidad, la razón volvía a ganar al corazón, y Alexis nos despertó con un bofetón seco y a la escuadra del sueño en el que estábamos inmersos.
Aun con todo ello, el Real Valladolid siguió plantando cara hasta el descanso, generando alguna oportunidad más y dando una imagen más que honrosa. El uno a uno finalizado el primer tiempo fue el marcapasos que muchos necesitaban para creer.
La segunda mitad fue el baño de acontecimientos que dictaba el orden racional de las cosas. Un Barça catapultado por sus geniales individualidades sacudía al conjunto pucelano con temple sereno, esperando que los goles cayeran como frutos de un árbol. Los corazones se fueron aplacando para dar paso al consuelo de los pobres en esto del fútbol, la resignación.
En la ya nombrada canción se decía algo así como «me callo porque es más cómodo engañarse». Dicho cuento fue aplicado por muchos que desgraciadamente perdieron su razón. Todos aquellos que vislumbraron la gesta en el Camp Nou no rompieron más el silencio del tono positivo. A ellos les parecía más cómodo el engañarse, el creer en todo aquello utópico, fuera de lógica, en guiones perpetrados por el más entusiasta de los entusiastas, y así lo hicieron, porque son seguidores del Real Valladolid.
Que nadie les quite la ilusión a todos aquellos que siempre creen en la victoria de su equipo, que nadie les robe la ilusión de, al menos, engañarse. Hay que recordar que todos pusimos más corazón que cabeza tras el gol de Javi Guerra.