El delantero malacitano se giró, armó el disparó y, en medio de la caída, se hizo con el gol. Pero no solo es el máximo artillero del Real Valladolid.
A Guerra no se le puede encasillar en el selecto grupo de agitadores visibles en un terreno de juego. Ni tampoco en el de los clásicos ‘9’ que encadenan a los defensores para abrir pasillos a los futbolistas de segunda línea, esperando al meteorito descendido del cielo para moldearlo hacia el gol. Guerra es movimiento, cabeza, toque y apoyo.
El delantero del Real Valladolid se está acostumbrando a convivir en zonas de finalización con otro punta. Las ausencias a raíz de las lesiones, acompañadas de las necesidades del conjunto capitaneado por Juan Ignacio, lo requieren, por lo que se ha visto acompañado por ‘El Zorro’, Humberto Osorio. No demasiado tiempo frente el Atlético, desde el primer instante en Valencia.
Ante el Levante, el técnico del equipo pucelano propuso un sistema con dos delanteros divergentes, pero complementarios. Humberto Osorio estrenaba titularidad, jugando como hombre más adelantado al lado de Guerra. Y por detrás, una línea de cuatro don dos mediocentros especializados en labores de contención y primer pase -Baraja y Sastre.
De esta exclusiva formación en ataque, pueden extraerse algunos análisis que despiertan cierto optimismo y más variables a una plantilla acribillada por las lesiones.
En repliegue, la inédita pareja atacante sufrió la inexactitud de la novedad y de la posición, ya que, al situarse a la misma altura, dejaban espacios amplios a sus espaldas que aprovechaban los mediocentros granotas para iniciar el ataque. Fue la objeción. Sin embargo, en fase ofensiva, la dupla hispano-colombiana dejó varios puntos positivos que nutren de posibilidades el ataque del Real Valladolid.
Osorio centró su atención en picar al espacio, moverse de espaldas para aguardar la incorporación de compañeros y perturbar a los centrales; el trabajo de Guerra, el que no ostenta ni salta a la luz del análisis más primario, se focalizó en ejecutar apoyos al poseedor del balón. La ayuda que revive una jugada casi extinta, la robustece y la hace crecer.
El ataque del Real Valladolid, en especial en el primer periodo –cuando tuvo mayor producción ofensiva al contar aún con Bergdich- acostumbró a nacer por el flanco izquierdo, donde el lateral franco-marroquí intentaba superar líneas en conducción y buscaba a un desacertado Omar.
En ataque posicional, el delantero malagueño se ubicaba unos metros por detrás de Osorio para ocupar los espacios existentes entre la punta de lanza y el mediocampo. Y ante la discontinuidad en la distribución de balón en el sector izquierdo del conjunto blanquivioleta, se alejó aún más del hábitat que le ha llevado a La Liga para colaborar tanto en la descongestión de juego del Real Valladolid por el carril zurdo como por el central.
Fruto de ese condicionante, a Guerra no se le observó con tanta normalidad como acostumbra en el área de Keylor Navas, pese a un gol que brotó de él mismo. Su labor había adquirido otros colores. Menos llamativos, más disimulados, pero que testimonian la riqueza táctica de un ariete que es algo más que eso.