El Real Valladolid se vuelve a cruzar, once años después, en el objetivo del Mallorca por conseguir la permanencia en la última jornada.
Habían pasado todo este tiempo huyendo de ella, de su recuerdo… La última vez que la habían visto no venía sola, todo un elenco le acompañaba, y ahora, once años después, los hechos que en su día les atormentaron vuelven a aparecerse como viejos fantasmas del pasado; el infierno de la Segunda vuelve a asolar Mallorca y el Real Valladolid se cruza, otra vez, en su última batalla.
Noventa minutos después de aquel largo once de mayo de 2002, se escuchó un suspiro de alivio en la grada de Son Moix. «Se ha conseguido… Se ha logrado…». Palabras que no solo resonaron en toda la isla, sino que también hicieron eco en el archipiélago canario. El Mallorca jugaría un año más en primera tras vencer al Valladolid por dos goles a uno.
Con mucho sufrimiento y todos con la radio pegada a la oreja pendiente del carrusel de partidos que se jugaban a la misma hora: Anoeta y el Heliodoro Rodríguez López eran los destinos favoritos de todos los mallorquinistas y donde el deseo más férreo que rondaba por las cabezas era «que pierdan, por favor, que pierdan».
No todo lo que empieza mal acaba mal. El Real Valladolid no le puso las cosas fáciles al Mallorca. Fernando Sales, exjugador blanquivioleta que disputó aquel partido lo revive: «La verdad es que han pasado muchos años y más bien recuerdo poco, ¿acaso fui titular?», bromea al otro lado del teléfono.
«La ansiedad de los jugadores del Mallorca es algo que no se me olvidará y que nosotros salimos a hacer nuestro trabajo también», recalca el sevillano. «Ahhh, se me olvidaba, y los días que pasamos allí todos juntos después del partido también los recuerdo», algo que estos días ha hecho la prensa local.
No es que jugase su mejor partido (sin alardes y al tran-tran), pero demostró que no viajó hasta la isla para darse un paseo, a sabiendas de que los blanquivioletas no se jugaban nada, aunque «la motivación es complicada, tú tienes que demostrar tu profesionalidad. Tienes que hacerlo», asegura rotundamente Sales. «No solo tu rival se juega la vida, hay otros equipos, en otros campos que están viviendo la misma a situación».
Al equipo de Llompart –que sustituyó a Kresic en las dos últimas jornadas- solo le valía ganar y salió al campo como alma que lleva el diablo en uno de esos partidos que se presentan como trampa. «Este tipo de partidos son armas de doble filo, tan pronto puedes ir ganando y relajarte porque no te juegas nada y que te remonten como que tú puedas ampliar distancias. Recuerdo que Fernando y yo mismo pudimos marcar el segundo, pero fue el Mallorca quien dio la vuelta al marcador», afirma Sales.
Doce segundos y un cabezazo de Paunovic pone el primer ¡uy! en la grada. Del minuto 6 al 13, Albert Luque se lleva las manos a la cabeza hasta en tres ocasiones: dos palos y un balón al lateral de la red. Un sinfín de ocasiones que se sucedieron hasta el minuto 30 cuando la espada de Damocles hizo acto de presencia.
El peligro de perder todo de golpe nubló la vista de los allí presentes cuando Fernando colocó el balón lejos del alcance de Leo Franco, al enganchar una volea tras un magistral centro de Torres Gómez. Goles que no se celebran de la misma manera.
«Los celebras, sí, pero no como en otras ocasiones. Sabes que tu rival se juega la vida y no quieres hacer más daño», recuerda el exblanquivioleta. «Nosotros éramos conscientes de qué se siente en esos momentos porque lo hemos vivido en persona en otras ocasiones», añade.
Aún quedaba mucho encuentro, tan solo habían transcurrido 36 minutos, pero la oscuridad, el temor y el pánico de verse en Segunda invadió a jugadores y afición. No solo el resultado era malo; la radio tampoco traía buenas nuevas: al descanso el Tenerife ganaba dos a uno al Athletic y Las Palmas hacía lo propio en Anoeta.
La afición se frotaba los ojos una y otra vez para despertar de ese mal sueño. Se repetían una y otra vez «no eres real; Segunda, no puedes hacerte realidad… Tan solo eres un mal sueño, una pesadilla de Elm Street».
Tras el tiempo de descanso los jugadores volvieron a saltar al campo, los blanquivioletas con un triunfo que no les servía para nada y los bermellones en Segunda, pero ni los primeros salieron a verlas venir ni los segundos habían perdido la esperanza.
El Real Valladolid salió fuerte. «El míster nos dijo más bien poco al descanso. Que tuviéramos tranquilidad ante todo y que siguiéramos haciendo nuestro trabajo». Sales envió un balón fuera y Campano evitó un remate franco de Fernando que pudo suponer el cero a dos en el marcador.
El partido se volvió loco por momentos. El balón no tenía dueño, iba de un campo a otro sin que ningún equipo fuera capaz de domesticarlo, hasta que Ibagaza, en el minuto 56, recibió un balón a la salida de un córner, lo controló con aquella perfección tan suya y, en el vértice del área, se lo acomodó en su pierna derecha para enviar el cuero dentro de la portería defendida por Ricardo.
«Siempre te da rabia que te marquen un gol, pero al ver la alegría de jugadores y afición me fue inevitable acordarme de que esa misma situación la he vivido yo y de lo que se siente en esos momentos».
«Un gol, tan solo un gol», parecía jalear la grada de Son Moix para alentar a su equipo. La esperanza, que no se perdió con el gol blanquivioleta, cobraba ahora más fuerza que nunca. Los Luque, Eto’o o Paunovic también se repetían una y otra vez que un tanto más les permitiría seguir siendo equipo de Primera. «Nosotros podemos, hasta el final hay que luchar».
Si hubo un jugador al que se le quedaron grabadas a fuego las palabras de «un gol, tan solo un gol», ese fue Luque. El delantero no se podía perdonar todo lo que había fallado en la primera parte y alguna que otra ocasión en la segunda. El catalán parecía decirse a sí mismo que «el balón va a entrar y nos quedaremos en la élite».
A dieciocho minutos del final Luque gritó un «entró» cuando, a puerta vacía, empujó un balón hasta el fondo de las mallas. El cielo se abrió de nuevo y el sol volvió a brillar sobre la isla. El Mallorca ganaba, Las Palmas empataba y el Tenerife perdía… La batalla que se empezó perdiendo se terminó ganando.
Con el pitido final el estallido de júbilo en Son Moix fue extenuante, la afición no dejaba de jalear a los suyos mientras las lágrimas invadían sus caras. Los jugadores, en especial Luque, clamaban al cielo llenos de emoción a la par que de rabia.
«Es emocionante vivir esa situación, ver unidos a la grada y al equipo es una de las mejores experiencias que puede vivir un futbolista», así recuerda Sales el final de aquel partido.
Habían pasado todo este tiempo huyendo de ella… de su recuerdo…pero el sino ha querido que vuelva a aparecerse cual fantasma en sus vidas. Ese “no eres real” que sollozaba la afición bermellona hace once años se repetirá el próximo sábado. Balaídos, Riazor y La Romareda serán los nuevos destinos, pero el deseo será el mismo “que bajen ellos, por favor, que bajen”.
El abismo de Segunda vuelve a asolar Mallorca y con los mismos equipos que libraron aquella última batalla. Los protagonistas no serán los mismos, a excepción de Óscar González que disputó los últimos minutos, pero esa sensación de miedo mezclada con esperanza volverá a rondar la grada de Son Moix.