La palabra soldado implica militancia. Va unida a un concepto, el de guerra, alejado de lo que debe ser el deporte. A la muerte, en muchos casos. O a la violencia. Aunque no siempre es así. O, este portal, al menos, no pretendía incitar a valor negativo alguno cuando convertía en una de sus señas de identidad la expresión que une a los militares sin graduación con Miroslav Djukic.
Han sido dos temporadas utilizándola en diferentes piezas publicadas y en redes sociales, donde la aceptación por parte de la masa social del club ha superado la idea preconcebida por su creador cuando la usó por primera vez. Por algo tan sencillo como que no pretendía hacerse dueño de nada. Pero la etiqueta gustó. Y paulatinamente se ha ido reproduciendo hasta el ruido actual; para nosotros, agradable.
Si la preposición escogida fuera distinta, sin duda también lo serían la idea y el concepto. Blanquivioletas podría haberse reconocido soldada a Djukic. Pero no es nuestro fin. Nuestro fin es vivir soldados al Real Valladolid. Porque somos soldados del Real Valladolid. Aspirantes a vivir a caballo entre una profesión y un sentimiento.
Y sin embargo, el serbio bien habría merecido no solo una militancia, sino también esa unión. Y, en cierto modo, esta siempre existirá. Como existirá siempre con José Luis Mendilibar. Porque, con sus aciertos y sus errores, que también los comete, estamos enamorados de Miroslav Djukic.
¿Por qué entonces utilizar un término bélico, en lugar de otro más afectuoso? Porque, a nuestro modo de ver, el término soldado refleja mejor que cualquiera que use una pareja de quinceañeros la unidad y el magnetismo que ha provocado el técnico en torno a él no solo en quienes formamos parte de esta página web, sino en un amplio sector de la afición.
Con todo, a quienes conocen un mínimo de rangos militares, les puede resultar contradictorio el sobrenombre de almirante con el pseudónimo bajo el cual muchos nos cobijamos. Pero tiene su explicación. Miroslav Djukic es almirante porque se ganó sus galones en el mar, en el Mediterráneo, y antes en el océano Atlántico. Fue ahí donde se hizo un hombre en el fútbol y un hombre en la desdicha.
En Valencia y A Coruña vivió grandes momentos, aunque por alguna fobia hoy muchos parezcan olvidarlo en Galicia. Esos instantes, imborrables, quizá estén por encima de los vividos en Valladolid, pero es en la meseta, fuera del agua, donde ha desempolvado las medallas y les ha sacado lustre.
Seguramente él jamás olvidó lo que un día fue como jugador, pero cuando llegó a la ribera del Pisuerga, corría riesgo de que el fútbol sí lo hiciese. Porque fútbol son resultados, y como técnico los suyos no eran los mejores. Pero entonces pronunció las palabras mágicas, #SomosValladolid, y se metió a la gente en el zurrón. Dentro del vestuario y, quizá, sin pretender poner con esto en entredicho su labor en el club, principalmente fuera.
Si como jugador saboreó la miel, como técnico debía hacerlo. Era cuestión de tiempo. No todos los grandes son grandes. Ni todos los grandes son grandes. Pero el almirante, con su honestidad, forjó un ejército que, ante el Celta, bramó pidiéndole que se quedase; que siguiera adelante en la empresa iniciada, siendo Valladolid.
En lo anterior está el motivo por el cual Miroslav Djukic es almirante y, sus seguidores, soldados. Se dio a conocer junto a la mar; se consagró en tierra. Y en tierra se hizo fuerte. Pero, continuando el juego de palabras, ha de entenderse que sea lobo de mar, y como tal quiera arriar las velas hacia un futuro mejor, en el que quizá colgarse más medallas que el ascenso y la permanencia encadenados en estos dos años.
Incluso en el final ha podido cometer errores. Pero merece seguir adquiriendo méritos y rango. A alguien que ha mostrado tal destreza en la gestión de un batallón, tanto dentro como fuera del campo de batalla, y unas dotes de mando capaces de convertir al más escéptico, no se le puede negar la posibilidad de continuar su carrera militar allí donde sea mayor la empresa.
Es ley de vida. De siempre, todo aquel que ha probado sus habilidades ha terminado por acometer otros objetivos. Y si no, piensen en cualquier figura histórica conocida por sus victorias. Repasen su historial de triunfos y verán cómo para llegar al senado, antes debieron conquistar territorios menores.
No es que Valladolid lo sea. Valladolid es Valladolid. Esa es la gran enseñanza que el almirante nos deja. O el gran recuerdo, si lo prefieren. Y sus palabras, por descontado, no pueden caer en saco roto. Pertenezca al ejército de tierra, mar o aire, con la próxima autoridad ha de seguirse por el camino que él ha marcado. Es de ley.
Aunque ya no seamos más sus soldados, en cierto modo debemos seguir soldados a él. No a un vano recuerdo, sí a sus conquistas, que debemos defender. Ese será, posiblemente, el mayor éxito de Miroslav Djukic, que el Real Valladolid siga siendo Valladolid, aunque él ya no sea su almirante.
Vayas donde vayas, Miroslav, que tengas éxito. Gracias por el ascenso, por la permanencia y el juego. Y por recordarnos que somos Valladolid.