Jesús A. Zalama repasa las mejores ruedas de prensa de Miroslav Djukic en su estancia en Valladolid.
Miroslav Djukic se marcha. ¿Pero qué perdemos? Es verdad que «pasan los años, pasan los jugadores…» y también los entrenadores, pero debemos ser conscientes de los legados y herencias que estos nos dejan, de lo que aquí han trabajado y desempeñado y también de lo que se llevan. Afortunadamente en estas líneas no podré hablar de cómo un entrenador nos dejó indiferentes, porque nos deja, pero ¿qué nos queda?
Si la actualidad nos lleva a despedir a Djukic, a nuestro capitán navío, a la bandera que distinguía nuestro barco, yo me ato un chicote a la cintura y me arrojo del mismo (momentáneamente) para sumergirme en vetustas comparecencias y encontrar en el nueve de diciembre de 2011 algo tan esencial en lo que ha venido después como es esto: «Somos el Real Valladolid y aspiramos a ganar en todos los campos». ¿La Eva mitocondrial del archifamoso #SomosValladolid? ¿Quién lo sabe? Legado, señores, legado.
Pocos días después, Djukic retiraría el artículo y la corona a su coletilla y hablaría de no renunciar a nuestro estilo y ser Valladolid. Él tampoco ha renunciado nunca a su estilo, y fuera de lo estrictamente deportivo siempre se ha mantenido firme. «Es un grupo jodidamente unido y nadie lo va a desunir», nos dijo hablando de Javi Guerra el día que le tocó sentenciar a Saná Camara.
Sin duda el malacitano ha sido bendición en el campo y demonio en rueda de prensa para Miroslav Djukic. Siempre defendió a Guerra al igual que hizo con sus compañeros. Fue jugador y sin duda él sabe mejor que nadie como se sienten ellos, pero también que siempre lo más importante es el equipo, el Real Valladolid. Ojalá ese cuento fuera siempre aplicado. Legado, señores, legado.
«Quien no sea capaz de vivir con la presión, no sirve para esto». El serbio, por desgracia, ha sido para la presión lo que un legionario para la muerte. Ha sabido ser un hombre más allá de un penalti. Aquí, ha tenido que ascender a un equipo a la máxima categoría del fútbol español a través de un descarnado play-off , inmerso en una sentenciosa ley concursal. Por si fuera poco aquí no cobraba nadie. La compostura revestida de una primordial clarividencia viene acompañando a un genio ingenioso. Legado, señores, legado.
No se casa con nadie porque tampoco busca el divorcio. Nunca le pareció definitivo que un jugador haya sido estandarte, goleador, emperador o barrendero en el equipo anteriormente. Todos han tenido que seguir trabajando. Algunos para no caerse despeñados en rotaciones y otros para no perder, si quiera, el vagón de cola del equipo.
Defendió sus decisiones y estas han sido los jugadores en los que él ha confiado durante dos años, los mismos que nos tienen en Primera División fumando en pipa durante tres jornadas. Si tuvo que rechazar jugadores (léase Harbuzi), quedarse con lo malo conocido (léase Manucho) o resucitar jugadores de las manos de la ataraxia (léase Guerra) lo hizo. Legado, señores, legado.
«Han dado la razón al engaño, así que no existe el fair-play», decía Djukic del ‘Caso Minutazo’. Él también ha sabido despojarnos de alguna venda que nos cegaba, de tal manera que por lo menos quedamos tuertos. Él también ha sido el primero en defender al club en muchas polémicas, arbitrales, por ejemplo, y además lo ha hecho de forma reiterada, enérgica y orgullosa. Eso que tantas veces se ha pedido a ciertos personajes que hagan y no han hecho, Djukic lo hizo sin tener por qué, nadie le motivó a ello. Legado, señores, legado.
No es la primera vez que me toca cerrar un artículo que haya versado sobre Miroslav Djukic, pero me da pena y rabia que sí vaya a ser la última vez que lo haga estando él con nosotros. Habrá que mirar al futuro porque es lo que segundo a segundo nos vamos comiendo, pero el gusto del pasado nunca se pierde.
Recordamos y reconocemos el goce de cosas tan diferentes que muchas veces confundimos sabores en este maremágnum homogéneo. Menos mal que esta vez el goce ha sido único, esperemos que no haya sido también irrepetible. Djukic nos deja lo que queramos, lo que nosotros individualmente deseemos guardar de él. Estoy seguro de que se llevará el recuerdo de nuestro colectivo. Llámenlo simbiosis, yo sugiero llamarlo legado.