Jesús A. Zalama habla de las ingentes críticas recibidas por Manucho y Javi Guerra durante diferentes momentos de la temporada.
«¡Qué malo es Guerra!». «¡Qué inútil es Manucho!». Me pitan los oídos. ¿Quién no ha oído esto alguna vez en los últimos meses? El entredicho ha sido la cuerda por la que se han movido nuestros dos delanteros en esta temporada, y parece ser que tras tanto ataque descarnado, oportunista y desacertado hemos creado a los dos mejores funambulistas de la Liga española.
«¡¿Pero querrá correr Guerra?! Si se quiere ir, que se marche, pero que no moleste». ¡Y tanto que ha molestado! Ya era indicio el que no se le exigieran goles en los primeros partidos de que en cuanto las derrotas llegasen el primer señalado sería él.
Esta especie de paradoja, parecida a la de la ratificación de un entrenador y su inminente despido, ha acompañado al malacitano durante toda la temporada. La presión más liviana e indirecta se tradujo en ataque continuo cuando Manucho, mucho más acertado que su compañero, demostró que él también valía para ocupar la punta de un equipo de Primera.
¿Y cómo siguió Guerra? Pues apático, porque ¿para qué correr si decían que nunca lo hizo? Y así, las circunstancias de la vida y el bote africano que pilotó Manucho lo llevaron a empezar de cero a 50 goles después. Y lo hizo bien, y el Valladolid seguía sumando como hizo con Manucho, pero en esto del fútbol se vive del presente, y Manucho volvió a reclamar su puesto.
A día de hoy ha ganado la partida a su compañero. Marca goles, juega y vuelve a ser el póster que encala habitaciones quinceañeras; el nueve rompecorazones al que un estadio grita, y no por desesperación. A día de hoy, repetimos.
«¡Menudo inútil Manucho! ¡Será torparrón!, que se marche a África»… y sin duda se fue. Peor panorama no se le podía presentar a principio de temporada. Apartado, fuera del equipo, acabó entrando en los planes porque no había otro, y el destino le dio una oportunidad más. El rendimiento de su homónimo le hizo disfrutar de minutos, y esto nos hizo ver al mejor Manucho que jamás hemos visto.
Hizo goles importantes, goles que trascendían más de lo corriente y asistencias insospechadas, en muchos casos. Era el jugador de moda en el equipo, el exótico atractivo de un equipo que surcaba la Primera División con tranquilidad. Pero llegó la Copa de África, algo que todos temíamos. El Real Valladolid, impasible ante las circunstancias de sus puntas, acusó menos de lo esperado su baja.
¿Y cómo siguió Manucho? Pues tras fracasar con Angola en la CAN, volvió rápidamente a la disciplina del club, a la sombra de Javi Guerra. Era lo justo y necesario, tendría que volver a ganarse el puesto, y como en la anterior ocasión, lo volvió a conquistar más por demérito de su compañero que por cualquier otro accidente. Volvió, marcó algún gol y siguió trabajando para mantener la tranquilidad de un equipo sin sobresaltos clasificatorios.
A día de hoy es suplente. Sigue sin poder probar su compatibilidad con Guerra, pero aun así él está aquí, lleva aquí desde incluso antes de que Djukic entrenara al equipo y a día de hoy cuenta para todos. A día de hoy, repetimos.