Rubén Arranz se manifiesta a favor del recurso interpuesto por el Real Valladolid tras el ya manido error de Hernández Hernández en Mestalla.
¡Por fin! Por fin el Real Valladolid CF SAD se defiende de un acto en el que sale perjudicado. Y es que no hablamos de un posible fuera de juego o si era falta dentro o fuera del área. Hablamos de que el Real Valladolid ha sido perjudicado por un error del árbitro bien de carácter técnico o bien de atención y que, sin ningún género de duda, es gravísimo.
Sancionar una acción a nuestro favor, en este caso un saque de banda y permitir que lo realice el contrario, marcando gol en la jugada posterior, es lo más vergonzoso que he visto en mis dieciocho años yendo a Zorrilla y viendo fútbol.
El recurso no va a servir de nada. Primero porque Carlos Suárez no está convencido de ello y puede que la presión social le haya llevado junto con los abogados del club a recurrir.
Segundo porque el Comité de Árbitros ha creído la versión vacía del árbitro, la cual se desmonta con un vídeo de Gol Televisión que dura un minuto y 38 segundos y con las declaraciones de los jugadores del Valencia que hablan de ‘pillería’, y no cuentan cómo el línea, a cincuenta metros de la jugada y con Balenziaga y el defensor valencianista tapando cualquier posible visión de lince ibérico, dijo a Hernández Hernández que «sacan blancos».
Y tercero porque los árbitros nunca se equivocan. Los jugadores salen a pedir perdón si tienen una mala actuación antideportiva. Los entrenadores dan la cara y asumen sus errores o los de sus jugadores si han perdido el partido por ellos. Los presidentes, junto a sus directores deportivos (no todos), asumen sus errores si el club desciende o no logra el objetivo marcado.
Pero los árbitros no. Como no hablan ni dan la cara ante errores gravísimos como el sucedido en Mestalla. Como si, como humanos que son, jamás fallasen, vaya. Amén de que un acta arbitral recibe el trato de verdad universal, incluso cuando lo que refleja puede en realidad no ser verdad o ser fruto de una equivocación.
Al final los mayores perjudicados son ellos, porque hablando, aunque sea a través de un portavoz, podrían defenderse y lavar su imagen. Una imagen, por cierto, manchada injustamente en gran medida por los programas de voces y lamentos que inundan las pantallas y las ondas hertzianas cuyas consecuencias se trasladan a las gradas de los estadios.
En estos mismos medios tienen la posibilidad de limpiarla, de hacer ver que ese error -el de Mestalla o cualquier otro- fue provocado por esta causa y por esta otra, y no quieren. No en España. ¡Pues allá ellos! Para su propia desgracia, manteniéndose al margen de este factor del sistema, seguirán de por vida con el sambenito colgando.
En este caso, lo más normal es que todo quede en un toque de atención al trencilla, más o menos severo y en todo caso merecido. No más. Lo cual descalifica por sí sola a nuestra competición liguera, aun cuando no son pocos los que han visto que estamos delante de un grave error y de una injusticia mayúscula en contra de la cual el Real Valladolid debería ir hasta el final, hasta el último organismo al que se pueda llegar, ya sea por la vía deportiva o por cualquier otra vía que lo permita. El Real Valladolid CF SAD merece un respeto, por historia y por justicia.
P.D: ¡Ah, por cierto! No sé si Espinete o Don Pimpón explicaron alguna vez en Barrio Sésamo la diferencia entre error de apreciación y error técnico con falta de personalidad, pero si no es así, quizá el AS o Superdeporte deberían regalar un DVD explicativo junto a dos cupones, y no de los ciegos, a pesar de que alguno necesite gafas o un puesto en la ONCE para vender en la calle; con todos mis respetos a los invidentes, que no tienen la culpa de que la soberbia y el forofismo de algunos nos hagan hacer esta comparación.