Jesús A. Zalama, en colaboración con el abogado y socio del Real Valladolid Nacho Sánchez, analiza la problemática de una figura que se encuentra actualmente de moda en el balompié.

Últimamente, cada vez que se abre el revuelto río del mercado de fichajes, observamos muchas ‘pescas’ matizadas con las palabras «es propiedad del fondo de inversión ‘X’ Ltd». ¿Qué son estos fondos, quiénes están detrás de ellos, cuál es su objetivo y, finalmente, qué consecuencias traen a nuestra liga tanto legales como deportivas?
Los fondos de inversión son sociedades formadas por un capital, normalmente extranjero, cuya sede social radica en su mayoría en paraísos fiscales, capitalizando sus impuestos en dichos lugares. Estos fondos adquieren los derechos económicos de un jugador y ceden los derechos federativos a un determinado club a través de un acuerdo.
Es muy difícil saber quiénes están detrás de ellas, o sea, quienes tejen la red o colocan el cebo, ya que son un intrincado complejo de sociedades, y únicamente asoman por los medios de comunicación sus caras visibles, como, por ejemplo, el famoso Jorge Mendes, que no deja de ser un mero asesor, si acaso con una pequeña participación del grupo Quality Sports, pero del que se dicen ciertas incoherencias como que es el propietario del 50% de los derechos de Radamel Falcao.
La actividad de estos fondos no suele ser únicamente el fútbol, ya que en muchos de los casos ya estudiados, solamente una porción del grupo empresarial se dedica a esto, y su objetivo es claro: sacar el máximo beneficio económico, enriquecerse a costa del fútbol, aprovechándose de las rías más necesitadas en muchas ocasiones.
Esta cuestión, tan alejada de lo meramente deportivo, nos lleva a la mente un interrogante inmediato: ¿cómo es esto compatible con el fútbol, y con el deporte en general? Es cierto que el fútbol moderno es negocio (televisiones, ventas millonarias, recalificaciones…) pero, al fin y al cabo, al club lo que le interesa es lograr la mejor posición, que se traduce en mayores ingresos.
Los fondos firman la ‘propiedad’ o los llamados ‘derechos económicos de los futbolistas’, los cuales se convierten en meras marionetas de los mismos, tanto para lo malo como para lo bueno en su carrera deportiva. Con ello se suprime cualquier forma de establecer y continuar el triángulo amoroso que mantienen los aficionados, club y jugadores, dando razón a los airados cánticos que tantas veces hemos podido escuchar en cualquier estadio denominando, a los jugadores como «mercenarios», y es que tristemente en esta tesitura es así, su carrera depende de los designios del mayor beneficio en el mercado.
Estos fondos han proliferado en mercados futbolísticamente deprimidos, las ligas sudamericanas conviven con este follón de ‘propietarios’ y es habitual oír, por ejemplo, que el club tiene el 10%, el fondo ‘X’ tiene el 40% y el resto de los derechos del jugador lo comparte un difuso mosaico de representantes y otros agentes económicos que dificultan sobremanera cualquier tipo de operación.
Se trata, quizás exagerando, de un mercado de personas, en el que el jugador, el deportista, deja de ser persona, y se convierte en un montón de dinero cuyo volumen dependerá del rendimiento del atleta. Este mercado prostituye las apuestas por las jóvenes promesas, las cuales son vistas como oportunidades de negocio.
El movimiento económico de las personas convertidas solo en futbolistas es preocupantemente importante en países como Argentina, Brasil, Bolivia… Innumerables ligas tienen a estos fondos operando íntimamente en ellas, sabiendo que su oportunidad de ganar dinero consiste en mover al jugador lo máximo posible. El club no recibe nada, a no ser que participe en un porcentaje o sea el club formador.
Los problemas que pueden derivar de estas decisiones y que parecen tan lejanos en kilómetros y repercusiones ya han percutido sobre una liga tan importante y modélica como es la Premier League, sobre todo con el famoso ‘Tevezgate’. El West Ham, equipo en el que jugaba ‘El Apache’ Tévez, firmó en su contrato el no tener derecho a veto en cualquier tipo de operación, lo que provocaba formalmente que uno de los llamados ‘Third party ownership’ (fondos de inversión) tuvieran la capacidad de influir en las decisiones de clubes de la Premier. Esto se atajó en junio de 2008, cuando se prohibió que cualquier jugador estuviera ‘participado’ por alguno de estos fondos. Las famosas ‘Rules L34 and L35’.
Otro posible problema derivado de estas prácticas se percibe en el caso de un impago. Supongamos que un fondo adquiere un jugador, cede sus derechos federativos a un club, y el fondo es insolvente o no abona la cantidad pactada. ¿La FIFA a quién impondría la pertinente sanción?
El fondo, aunque quizá sobre decirlo, no participa en ligas, ni sus transferencias pueden ser bloqueadas (o no por lo menos por la vía estrictamente deportiva). Cuestiones como estas evidencian la necesaria, clara y tajante regulación de la que adolece el fútbol profesional hoy en día.
No obstante, estos fondos facilitan que los clubes adquieran jugadores que en condiciones normales serían inaccesibles económicamente, y por eso han aterrizado en nuestro país a través de estos fondos de inversión jugadores como El-Arabi, quien recaló en el Granada CF tras pagar uno de estos fondos cuatro millones y medio de euros, reservándose hábilmente el equipo nazarí el 20% de los beneficios que pueda deparar una futura venta. El anteriormente mencionado Radamel Falcao, Roberto, portero del Real Zaragoza por el que uno de estos fondos pagó la abultada cantidad de 8’6 millones de euros, o incluso, Ángel Di María han recalado en clubes de nuestra Liga gracias a estas operaciones.
En realidad la culpa no es de ellos, o sea de los fondos que buscan su beneficio, sino de la Liga de Fútbol Profesional que permite que esto ocurra. ¿Tendremos que esperar a que un caso importante corrompa (más aun) la competición, para que esta práctica se prohíba? ¿No le importa a la Liga, que ya hace bastante tolerando a clubs en situación concursal, que esos mismos clubs, sigan fichando y adulterando la liga a través de fichajes millonarios pagados por otros?
Las recientes normas de fair play financiero no son suficientes, toda vez que vemos que no hay sanciones, descensos, multas… hemos llegado a un momento en el que tirar de chequera parece ser que no cuesta, y esto se está permitiendo. Clubs como el nuestro sufren directamente la repercusión de estas operaciones, teniendo que competir contra equipos que se refuerzan de manera abultada cada año, o cada mercado invernal como suele hacer el Real Zaragoza, mientras cargan con la pesada losa de una situación concursal que les debería impedir, en teoría, cualquier tipo de movimiento.
El fútbol parece cada vez más encaminado hacia un negocio de mover jugadores, rompiendo el vínculo que ha existido siempre entre afición y jugadores, haga frío o calor, sean tuercebotas o cracks.