Jesús A. Zalama recuerda en una nueva pieza de opinión los problemas físicos de otro centrocampista, Javi Jiménez, hace ya más de una década, a colación de la baja de Víctor Pérez.
Más que #lamentable, esto es #lamentarse. Djukic dice que él no llorará, pero nosotros, los aficionados, sí podemos hacerlo y yo en estas líneas seré el pulcro pañuelo que soporte los llantos de todos aquellos que echarán en falta a Víctor Pérez, como yo, durante el primer tercio de 2013.
En estos días inciertos, y a la vez fríos, refugiado al calor de las brasas y de la gente de siempre, encontré documentos perdidos en casi cualquier anal, de esos que te abren la boca poco a poco según se leen, dibujando una sonrisa en la cara. Eran periódicos viejos, dispuestos a ser el inicio de una buena velada en una bodega, pero se cruzaron conmigo. No me paré a leer nada más que la sección deportiva, y en ella se hablaba de Javi Jiménez, no el portero, sino el centrocampista.
Con la noticia de la gravísima lesión de Víctor Pérez aún reciente, no me resultó nada alentador el poder leer dos páginas completas dedicadas a las lesiones del centrocampista madrileño. Hablaban sobre sus rodillas de cristal, de lo que pudo ser y no fue, pero sobre todo del calvario de un jugador que nunca vio cerca el final de un túnel que acabó por sumirle.
Una vez llegué a casa, rebusqué como un poseso entre cajas polvorientas que contenían más ficciones que verdades, una foto en blanco y negro (cómo no), y allí lo encontré. Allí estaba Javi Jiménez, en una instantánea junto conmigo, Albano Bizarri y un buen amigo mío.
Su cromo no me costó tanto encontrarlo. Esas cosas, y otras muchas, contenían la prehistoria de mi afición al Real Valladolid y ahora chocaban con la más radiante actualidad. En esos momentos alargué indefinidamente la lesión de Víctor Pérez en mi cabeza, y pensaba que si no estaríamos ante otro nuevo caso Javi Jiménez.
Cuando las mentes inquietas no tragan el sueño, es mejor dejarlas un recorrido nocturno, y en este mismo camino encontré, allá en la época en la que Javi Jiménez era aún jugador, la rotura de tibia y peroné de Manuel Pablo, causada por la salvaje entrada de Giovanella. Es inevitable en estos casos acordarse de cosas tan negativas como estas.
De todos modos, no pretendo, ni mucho menos deseo, ser ningún gafe oráculo cargado de una negatividad incontrolable. Solo un par de consuelos nos quedan: el que yo no posea foto alguna con Víctor Pérez y el que en la última edición de cromos que coleccioné, Javi Jiménez era aún futbolista.